Foto Alessio Jacona en VisualHunt

Disparan contra el pianista

0 Shares
0
0

Las últimas denuncias contra Facebook han sido preparadas con detalle. Aunque merecidas, ¿a qué responde una preparación tan minuciosa?

¿Por qué quedan fuera del foco otras empresas de Internet con modelos de negocio también basados en la recopilación sistemática de información personal?

.

Asistimos estas semanas a una difusión orquestada de informaciones negativas acerca de las políticas y prácticas de Facebook. A finales de septiembre el Wall Street Journal publicó una serie de artículos, en su mayor parte basados en documentos internos de Facebook, que apuntaban a que la red social, aún siendo consciente de que “sus plataformas están plagadas de fallos que causan daños, a menudo en modos que sólo la empresa comprende en detalle“, no emprendió al respecto las acciones correctoras que serían procedentes.

La escalada mediática se hizo más intensa cuando Frances Haugen, una ex-empleada de Facebook, se identificó como responsable de haber filtrado los documentos en los que se basaba la información del WSJ en una entrevista en el programa “60 minutes” de la cadena CBS. En una vuelta de tuerca adicional, un consorcio de 17 publicaciones empezó a finales de octubre a publicar más detalles acerca de los Facebook Papers, que habían recibido de los asesores legales de Haugen.

.

¿Cuál es el plan?

Dada la historia de incidentes que Facebook lleva años acumulando, ni las declaraciones de Haugen ni el contenido de los Facebook Papers constituyen una sorpresa. Lo que sí representa una novedad es lo cuidado de su difusión y de la puesta en escena de Frances Haugen, incluyendo su pronta recepción en el Senado de los EEUU, en el Parlamento del Reino Unido y en el Parlamento Europeo.

En una obra de ficción, quizá en la secuela de “La red social” el personaje de Haugen se habría infiltrado en Facebook con el objetivo de hacerse con la información que ahora se está difundiendo. Haya o no sido así, es evidente que su aparición pública se ha preparado con mucho cuidado. Su actuación no parece impulsiva ni emocional. Cuenta con asesoramiento legal y al parecer con el respaldo económico de terceros. Corre pocos riesgos y tiene mucho a ganar, tanto en lo personal como en el impulso a la causa de una regulación sensata de las redes sociales. En contra de la opinión de los senadores que así la calificaron, no me parece una heroína.

Todo ello induce a preguntarse por los objetivos a los que responde una preparación tan deliberada. Por quién sale ganando y qué con esta difusión de los Facebook Papers.

.

Entrevista a Frances Haugen en el programa 60 minutes de la CBS

.

Haugen no es la primera en silbar

No es la primera vez que un ex-empleado de Facebook se manifiesta como crítico de su ex-empresa. El co-creador del botón “like” expresaba ya en 2017 que la red social era demasiado adictiva y un sumidero de tiempo. Sean Parker, el primer presidente de Facebook, declaró haber sido consciente desde el primer momento de que Facebook explotaba “una vulnerabilidad de la psicología humana“, añadiendo que “sólo Dios sabe lo que Facebook está haciendo a los cerebros de nuestros hijos“. Aceptó después aparecer como uno de los críticos entrevistados en el documental de Netflix “The Social Dilemma“. Al ser despedida de Facebook, una científica de datos describió cómo políticos de diversos países utilizaban cuentas falsas y otros artificios para manipular a la opinión pública. En un artículo en la revista Time en 2019, uno de los primeros inversores en Facebook manifestaba la necesidad de que la regulación y la presión de sus usuarios obligaran a cambios en el modelo de negocio de la empresa, que en su opinión daña a la salud, a la democracia, a la privacidad y a la competencia.

.

Las críticas vienen de lejos

Ya en 2013 The Economist avisaba de que “al parecer, usar la red social hace que la gente se sienta peor“. Hemos asistido desde entonces a varias oleadas de revelaciones negativas sobre Facebook, incluidas algunas tan sonadas como el escándalo de Cambridge Analytica, la difusión de noticias falsas sobre la Covid y las evidencias de que contenidos difundidos por la red social contribuyeron a hacer posible el asalto al Capitolio de los EEUU el pasado 6 de enero. Incidentes a los que la respuesta de Facebook se ha limitado a lamentar lo que califica como hechos aislados u omisiones involuntarias y a expresar promesas poco concretas de futuras mejoras. Una estrategia (“deny, delay, deflect, dissemble“) calificada como una normalización de las malas prácticas.

Los argumentos que Facebook esgrime en su defensa han sido siempre poco convincentes. Al afirmar que elimina miles de millones de cuentas falsas cada trimestre admite que sus procesos de apertura de cuentas son un coladero. Sostiene que la polarización de la sociedad es anterior a Facebook, pero elude admitir que las informaciones que circulan por la red social la multiplican. Al anunciar que ha logrado disminuir en un 50% los contenidos tóxicos en su plataforma, admite que ésta atrae todo tipo de contenidos dañinos que las decenas de miles de censores que Facebook tiene contratados no consigue eliminar. Estas informaciones y otras similares que omito por brevedad no hacen sino confirmar que Facebook es consciente de los daños colaterales que genera y de cuánto le queda para reducirlos a un nivel tolerable.

.

¿Por qué apuntan sólo a Facebook?

Se insiste en que Facebook es demasiado grande para cambiar y que no tiene incentivos para modificar sus prácticas, dado que su modelo de negocio se basa en comerciar con los datos personales y la atención de sus usuarios. Pero parece oportuno preguntarse por qué la atención mediática de esta campaña se está centrando sólo en Facebook, y de modo aún más acentuado en la responsabilidad de su CEO. Por qué quedan fuera del foco de atención otras redes sociales y empresas de Internet con modelos de negocios también basados en la recopilación sistemática de información personal.

Tendría sentido que el objetivo de esta campaña fuera presionar a las autoridades y a la opinión pública hacia una revisión a fondo de la regulación de Internet. Para conseguir que la recogida sistemática de datos personales deje de ser una opción por defecto. Para prohibir las prácticas de micro-segmentación algorítmica de la audiencia que contribuyen a la infoxicación y la polarización de la sociedad. Para abordar una reforma sensata de la regulación que desde hace 30 años exime a las empresas de Internet de responsabilidad legal sobre los contenidos que difunden, a la vez que les otorga un poder de decisión discrecional sobre los contenidos que deciden promover o suprimir. Hay que meter en cintura a Facebook, pero no sólo a Facebook.

.

Permanecen en la sombra

En un conocido relato, Sherlock Holmes resolvió un caso de robo cayendo en la cuenta de que el perro guardián no había ladrado, de lo que dedujo que conocía al ladrón. También en este asunto de los Facebook Papers hay silencios notables.

En contra de lo que podría esperarse como consecuencia de la tormenta mediática, no hay síntomas de que Facebook esté perdiendo el respaldo de los inversores, que han aupado el valor de la empresa hasta casi el billón de dólares. Ni el de los anunciantes que le proporcionan ingresos y beneficios que continúan al alza. Como si no fueran con ellos las acusaciones a Facebook de falta de ética, de dar prioridad a los beneficios frente a la seguridad de sus usuarios. Lo que apunta a que Facebook ha crecido y se mantiene en un entorno de vacío moral.

.

Incremento de los ingresos de Facebook entre 2010 y el tercer trimestre de 2021. Fuente Statista

.

En el fondo, ya se sabía. Al adoptar el “Move fast and break things” como su lema cultural, Facebook manifestaba tanto el desprecio por el valor de lo potencialmente roto como la falta de disposición a compensar a nadie por los destrozos que causara. Eso, que sería intolerable para una empresa convencional, no fue suficiente para motivar una acción preventiva por parte de las autoridades ni para impedir que Facebook fuera admitida a cotizar en Bolsa.

Más aún. Facebook ha sido la empresa que mejor ha aprovechado el tirón del concepto de la Web 2.0, que hacia 2004 se impulsó desde el sector tecnológico con el objetivo de restaurar la confianza perdida después de la burbuja de las ‘punto.com’. Como confesaron años más tarde, los promotores de la Web 2.0 eran conscientes de que convocaban una carrera para adquirir y controlar activos de datos, de cuyo uso los vencedores obtendrían rentas monopolísticas. El resultado fue que en 2010 la revista TIME nombró a Mark Zuckerberg como persona del año. Facebook y su CEO recibían la bendición del ‘establishment’. A todos los efectos.

Facebook se ha beneficiado además del sonambulismo tecnológico y del individualismo a-ético de una buena parte de sus usuarios, dos características sociales que no han aparecido por casualidad. Sin tiempo ni espacio para entrar más en detalles sobre ello, me limitaré a citar sin comentarios a un político local cuyas responsabilidades de gobierno incluyen el sector tecnológico: “Algunos como yo siempre tendremos que estar agradecidos a que Mark Zuckerberg tuviera la idea de impulsar la que ha sido y continúa siendo la red social más importante del mundo“.

.

Disparan contra el pianista

Los accionistas y los clientes de Facebook se han beneficiado de sus prácticas tanto o más que la propia empresa. Forman parte del vacío moral en el que vienen operando tanto Facebook como otras empresas con modelos de negocio similares. Desde esta perspectiva, Facebook es sólo una parte del sistema y Mark Zuckerberg un cómplice del mismo. Por eso resultan inquietantes los silencios en torno a esta operación de acoso y derribo. 

En las novelas de Don Winslow sobre el negocio de la droga, cuando se retira de la circulación al capo de un cártel hay candidatos de sobra para reemplazarlo. La noticia sale en la televisión y los responsables de la operación se ponen medallas. Pero todo el mundo es consciente de que se trata sólo de un éxito parcial y de que el negocio continúa. Existe la posibilidad de que, tal como se ha planteado, la campaña en torno a Facebook acabe de modo similar, incluso si su CEO, el único fundador de las grandes empresas de Internet que sigue en su puesto, se viera obligado a dimitir. 

.

.

Procuro no conectarme a Facebook y no tengo ninguna simpatía por Mark Zuckerberg. Pero entendería que, ante la que le está cayendo, exclamara “Don’t shoot me, I’m only the piano player“. Aunque en este caso él sea también uno de los socios del burdel.

En lo que puede interpretarse como un desafío a los reguladores, Facebook lleva meses pidiendo en su publicidad una nueva regulación de Internet adecuada a la época actual. No es evidente que las administraciones públicas atrapadas en una notoria crisis de gobernanza tengan hoy por hoy el soporte popular, la voluntad y la capacidad de acometer una reforma a fondo de la regulación de la economía de Internet. Más aún cuando se empieza a constatar que las leyes antimonopolio, concebidas para los negocios de otra época, quizá no sean las más adecuadas para proteger a los ciudadano y a la sociedad. En diciembre de 2020, la Federal Trade Commission y 46 estados presentaron una demanda por abuso de posición dominante contra Facebook, a la que la empresa se está hasta ahora oponiendo con éxito. 

El mal es más profundo que el limitado a Facebook. Será pues necesario algo más que denuncias de particulares y campañas de comunicación en la prensa progresista.

Ricard Ruiz de Querol @ruizdequerol

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *