Necesitamos tiempo para entender cómo será la alteración radical de los procesos de creación, producción, aprendizaje y consumo
En el artículo anterior me atreví a elucubrar sobre cómo la IA generativa puede alterar radicalmente los tiempos de creación y producción audiovisual. Terminaba el texto con una premonición que iba más allá del cine: “La alteración de los tiempos puede afectar de lleno a nuestra forma de trabajar, aprender o entretenernos.”
La creciente integración de herramientas de IA generativa en los buscadores, los editores de texto e imagen y en todo tipo de herramientas de trabajo digital es una primera invitación a la reducción y a la eficiencia. Ayuda a sortear bloqueos creativos, buscar y catalogar información o eliminar tareas tediosas y así ganar tiempo.
Pero es tan solo un primer paso. Lo radical viene después, cuando ya no hablemos de una ayuda sino de nuevos procesos, nuevos roles profesionales y nuevas habilidades laborales. Cuando para escribir no haga falta saber escribir, ni para dibujar saber dibujar, ni para programar saber escribir código. Cuando un trabajo concentre las habilidades de otros trabajos: redactor, ilustrador, editor… reunidos en una nueva figura profesional que domine el lenguaje de la aceleración.
Ante este panorama surgen algunas dudas: ¿cómo serán nuestros trabajos en el futuro? ¿Qué deberían estudiar los jóvenes cuando todo indica que las humanidades seguirán en horas bajas, la comunicación se derivará en buena parte a las máquinas e incluso el trabajo de los programadores, hasta ahora tan requerido, puede desaparecer en cinco años, según el CEO de Stable Diffusion?
Nadie lo sabe.
Profesionales de la aceleración
Una nueva profesión que se vislumbra y que de hecho ya tiene una fuerte demanda es la de “ingeniero de prompts”, esto es, trabajadores especializados en dar indicaciones a las máquinas de IA. En definitiva, humanos que sepan hablar con las máquinas y sacarles el máximo rendimiento.
Alberto Romero dice en The Algorithm Bridge: “La ingeniería de prompts será, casi literalmente, el único medio que tendremos para hablar con estos extraterrestres cada vez más poderosos. Y realmente no sabemos de qué manera son extraterrestres porque no podemos preguntarles directamente, sólo a través de prompts”.
Los traductores e intérpretes de lenguajes humanos (eso ya lo harán las aplicaciones) dejarán paso a los intérpretes humano/máquina. Y entre ellos, los más valorados serán aquellos que sepan extraer de los artefactos artificiales la máxima eficiencia. La máxima aceleración.
“Haced una IA segura o no hagáis nada”
Ante tanta velocidad anunciada surgen voces que piden una pausa. Hace unos meses, una carta firmada por expertos pedía calmar el desarrollo excesivo de la inteligencia artificial que en apenas seis meses ha dado un vuelco a las expectativas de todos los sectores. Aunque fueron hábilmente denostados, su mensaje sigue vigente.
Guy Hasselbach, del Dataethics Center de Dinamarca, resume bien esta aspiración. “La humanidad es una especie lenta, las sociedades humanas evolucionan gradualmente, la naturaleza no se mueve rápido. Evoluciona a lo largo de los milenios. Necesitamos tiempo. Agentes de la IA, respeten el tiempo que toma implementar el proceso político y de reflexión democrática.”
Recuerda en su artículo que, ante el edificio de Bruselas donde se celebraba una conferencia sobre ciencia de datos organizada por Microsoft, un pequeño grupo de personas se manifestó tímidamente con pancartas con el lema “Pause AI” o “Haced una IA segura o no hagáis nada”. “De hecho, lo que estos amables seres humanos están pidiendo a las grandes corporaciones no es mucho. Es simplemente: danos tiempo, da un paso atrás, toma un respiro (uno humano), sé amable, sé modesto, respeta la delicadeza de la humanidad”.
“Esta no es una carrera que deban iniciar o guiar las corporaciones. De hecho, esto no es una carrera. Es una conversación que necesitamos tener en la sociedad entre los seres humanos, como parte de un proceso democrático. Lo que está en juego en el debate actual sobre la IA es tan profundamente importante que toca el núcleo de la identidad de la humanidad, nuestra complejidad. Necesitamos tiempo para asegurarnos de hacerlo bien desde el principio.”
Necesitamos tiempo. Para que los legisladores comprendan la magnitud de la transformación que se avecina. Para que las leyes se adapten con el máximo consenso. Para que la educación asimile las nuevas herramientas y no tenga que resignarse a una explosión de trabajos académicos elaborados con ChatGPT. Para que los derechos de propiedad intelectual se respeten, para que los artistas exploren en libertad, para que, en definitiva, la sociedad asimile las oportunidades, entienda los riesgos y dirija los avances en su propio beneficio.
Fundamentalmente, necesitamos tiempo para entender cómo será esa alteración radical de los tiempos de creación, producción, aprendizaje y consumo que se avecina. Cuáles serán sus efectos en la condición esencial de las personas, esos organismos tan lentos que se desenvuelven entre dispositivos tan rápidos.
Tiempo. ¿Es pedir mucho? Parece que sí.