Imagen Horizon Worlds. Meta

Metaverso, ¿qué puede salir mal?

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Con el nuevo paradigma tecnológico lo virtual deja de ser un complemento para convertirse en una parte central de nuestras vidas. Es pronto para avanzar las consecuencias pero hay bastantes indicios de que no serán inocuas

 

Si alguna cosa sabemos del metaverso -todavía en fase de construcción- es que se trata de una tendencia tecnológica dominante que apuesta por la radicalidad virtual. Más horas conectados, más actividades online y más negocio en nuevos espacios no físicos.

De alguna forma, ya sea con gafas especiales o sin ellas, el metaverso nos invita no sólo a relacionarnos con el mundo a través pantallas, eso ya lo hacemos ahora, sino a introducirnos en ellas, a sumergirnos en representaciones 3D de la realidad o en mundos de nueva creación y a vivir la experiencia de estar en un sitio distinto del que estamos realmente, a relacionarnos con una realidad alterada mediante efectos visuales, o a la combinación de ambas cosas.

Una representación que no sólo se limita al mundo en el que nos sumergimos. Nos afecta también en lo personal. El metaverso nos invita a abandonar nuestra identidad habitual para que nos represente un avatar, un muñequito, un segundo yo virtual adecuado para esa nueva realidad paralela.

En el nuevo paradigma, lo virtual deja de ser un complemento de nuestra vida para convertirse en una centralidad. Lo digital/virtual ya no sólo es una herramienta que amplía nuestras capacidades sino un medio en el que vivir buena parte del día: trabajar, formarnos, relacionarnos, jugar, asistir a conciertos…

 

Cinco efectos a tener en cuenta

Es pronto para avanzar las consecuencias de una disrupción de este calibre pero hay dudas razonables de que algunas cosas pueden salir mal. Por ejemplo:

1)  Las que afectan a la propia persona. Por mucho que nos empeñemos en vivir en la radicalidad virtualidad no habrá más remedio que convivir con la realidad física. De momento, no podemos desprendernos de las servidumbres de nuestra corporeidad. 

¿Cómo convivir, entonces, con dos “realidades”? ¿Es posible hacerlo sin que nuestro cuerpo sufra, se generen problemas de visión, se fomenten conductas abocadas al sedentarismo, se altere nuestra percepción del espacio, se deteriore tal vez nuestra salud mental con más adicciones, trastornos de ansiedad, etc… o simplemente sin que nos aboque a desconectar de los problemas del mundo físico y nos incapacite para abordarlos? 

La experiencia de nuestra ya larga vida digital indica que una convivencia así no será inocua. Abundantes estudios demuestran que un exceso en el uso de pantallas perjudica la salud física y mental. También el uso intensivo de gafas de realidad virtual produce efectos. Cuando las has usado durante veinte minutos, o incluso menos, tienes una sensación de disociación. Algo no encaja. Tu cuerpo te dice una cosa pero tus sensaciones visuales y auditivas te dicen otras. Sabes que estás aquí pero a la vez, ahí. Si caminas lo haces por sitios que no pisan tus pies. Cuando te relacionas con muñequitos, hoy por hoy sin piernas, que pueden ser tu jefe, tu amigo…, los debes tratar no como muñequitos sino como personas reales.

Tampoco sabemos con certeza cómo puede afectar esto a los niños en su proceso de crecimiento, ni a los adolescentes en su etapa de maduración, pero podemos intuirlo.

2) Las que alteran nuestro comportamiento. Los avatares pueden representarnos de una manera parecida a lo que somos, pero también nos permiten ser otro, cambiar de identidad, desbordar los límites que no cruzaríamos en la vida real, comportarnos de otra manera y multiplicar nuestras identidades. 

3) Las que ponen en riesgo la privacidad. La inmersión intensiva en mundos virtuales puede despojarnos de las protecciones habituales de nuestra privacidad, ya de por sí precarias, convertir el consentimiento en un procedimiento inútil y hacernos permeables a la captura de datos personales que en otra situación no consentiríamos. 

Los cascos de RV no sólo permiten detectar a qué prestas atención sino durante cuánto tiempo, con qué intensidad, a qué estímulos respondes. Expones tu ritmo cardíaco, la dilatación de tus pupilas… Produces un cúmulo de reacciones involuntarias que generan datos. ¿Cómo puedes dar el consentimiento voluntario a cada una de las acciones que realizas si tus reacciones corporales son involuntarias?

 

Foto seleccionada por Giu Vicente en Unsplash

 

4) Las que fomentan riesgos sociales. A estas alturas no podemos concebir ningún desarrollo tecnológico sin atender a su contexto ni evaluar sus posibles consecuencias. Ha llovido mucho desde aquella euforia naif que caracterizó el nacimiento de Internet y de las redes sociales. La experiencia demuestra que muchas cosas pueden salir mal.

De entrada hay que entender quién promueve el metaverso y para qué. Que sea el creador de Facebook (ahora Meta) quien lo impulse gracias a una cantidad astronómica de dinero, ya de por sí, resulta sospechoso. ¿Si el metaverso se convierte en una fuente inagotable de datos personales hasta ahora inaccesibles, se autolimitarán las empresas a no usarlos cuando eso les puede proporcionar una ventaja competitiva determinante? 

Además hay que situar el metaverso en el contexto en el que aparece. Las redes sociales no son sólo esas amigables plataformas que conectan personas, sino también una fuente creciente de desinformación y fomento del odio, donde triunfa lo radical o, en el mejor de los casos, lo banal. 

Las ya difíciles tareas de moderación que implantan las plataformas para filtrar los contenidos más salvajes pueden hacerse imposibles en el metaverso. ¿Cómo se modera no solo lo que dice, sino lo que hace un avatar? ¿Cómo se filtra el contenido no deseado cuando se revela por múltiples fuentes a la vez, cuando te hallas sumergido en un mundo virtual repleto de estímulos?

Y, cómo no,  puede ser también un campo abonado a la suplantación y al abuso.  ¿Cómo impediremos que niños y adolescentes atraídos por la fascinación de esos mundos fantásticos se relacionen con adultos ocultos bajo la apariencia de un niño? Ya se han dado casos.

5) Los riesgos medioambientales. Otra duda que queda por resolver ¿Será sostenible el procesamiento de la ingente cantidad de datos que añadirá la gestión del metaverso? Y en caso de que no lo sea, ¿qué hacemos, resignarnos? 

 

La cara B de la tecnología

Las tecnologías de realidad virtual, aumentada o mixta, o la inmersividad en sí misma tienen usos positivos. En determinados tratamientos terapéuticos, por ejemplo. O para simular nuevos espacios arquitectónicos o urbanísticos, o en el entrenamiento de tareas físicamente peligrosas o complejas. O como formas de expresión artística. Pero siempre haciéndolo durante un tiempo limitado y en unas condiciones adecuadas. Pueden ser, y de hecho lo son ya, herramientas que complementan y aumentan nuestras posibilidades de manejar la realidad. Pero convertir la virtualidad temporal en un hábito permanente y central de nuestras vidas es otra cosa. 

Jaron Lanier, uno de los pioneros de la RV, dice en su libro Dawn of the New Everything : A Journey Through Virtual Reality que “la realidad virtual nos pondrá a prueba. Podría convertirse en el invento más malvado de todos los tiempos”.

No sería la primera vez en la historia de la humanidad que un invento que promete ser beneficioso se convierte en dañino. Que en la doble cara que siempre tiene cualquier innovación científica o técnica acabe imponiéndose la más oculta.

¿Y si por una vez, en lugar del entusiasmo acrítico, ante el metaverso aplicáramos el principio de la prudencia?

Joan Rosés

3 comments
  1. No sólo es una cuestión de prudencia. También de ética, que se ocupa entre otras cosas de la reflexión moral relativa a postergar nuestros propios intereses en beneficio de los otros. Debemos dejar atrás la creencia de que el progreso científico y tecnológico por sí solo es suficiente para el progreso humano y moral. También la de creer que los valores morales se pueden derivar de alguna manera de los valores económicos.

    La ética bien entendida se refiere tanto a cómo se hace lo que se hace como a la decisión sobre lo que es mejor no hacer. La lógica de la tecnología por la tecnología margina la ética.

    Gracias, Joan, por tu trabajo.

  2. No sé si habéis visto las demos, pero a parte de ridículo, el metaverso de Zucky tiene todos los rasgos de una persona que no ha conocido ámbito social, por decirlo ligeramente. Cuando toda esta estupidez y su creador desparezcan, estaría curioso leer un análisis sobre el perfil psicológico que lleva a uno a crear semejante aberración.

Responder a ruizdequerol

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