Foto Javier Allegue Barros en Unsplash

No hay un futuro digital inevitable

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Ricard Ruiz de Querol ha vivido de cerca la evolución de la tecnología digital durante más de tres décadas. Ahora publica “No es inevitable“, un alegato a favor de futuros digitales alternativos y en contra del fatalismo que impone un determinado modelo de sociedad digital.

 

“Nos dicen que la sociedad actual, al menos en los países más avanzados, se ve abocada de modo inevitable y acelerado a una revolución industrial 4.0 que conduce hacia una sociedad digital. Se trata de un relato cuestionable por dos razones. Porque es equívoco presentar esa nueva revolución industrial como si fuera inevitable y, a la vez, porque el concepto de sociedad digital es inespecífico y engañoso”. Así comienza “No es inevitable”, de Ricard Ruiz de Querol. Hablamos con el autor.

Qué no és inevitable?
No es justificable decir que la evolución hacia la sociedad digital es algo natural, como la gravedad. La cuarta revolución industrial de la que habla el World Economic Forum ocurre porque dentro de la sociedad hay personas e instituciones que hacen que ocurra. Si eso es consecuencia de unas determinadas voluntades no es inevitable que no se puedan cambiar.

¿Qué voluntades?
En la sociedad actual se combinan cuatro corrientes: hipercapitalismo, hipertecnificación, hiperindividualismo e hiperconsumo.

La tormenta perfecta
Por muy poderosas que sean estas corrientes debemos preguntarnos si la transformación que surge de la cuarta revolución industrial está sujeta o no a un control democrático, o si debería estarlo. ¿Podemos aceptar que alguno de sus componentes no esté sujeto a control? Lo que se haga o se deje de hacer con la inteligencia artificial o con la protección de la privacidad, por ejemplo, determina cómo será la sociedad digital.

El presente siempre condiciona el futuro
Pero no hay un futuro inevitable. Si analizamos la historia vemos, por ejemplo, que el PIB es un invento de la revolución industrial que entiende el crecimiento y la producción como el eje central del progreso. Ni los griegos ni los pensadores cristianos en la Edad Media se lo planteaban. Con Francis Bacon y Descartes se produce un cambio: la naturaleza puede ser explotada, podemos crecer a su costa. Pero a esto se llega por una evolución del pensamiento humano, no por un fenómeno natural.

Y surgió el capitalismo
La evolución es la que es. No le daremos la vuelta a la historia, pero es inadmisible decir que determinadas consecuencias de la transformación digital son inevitables.

 

Mencionas en el libro un quinto factor: la aceleración. La velocidad exponencial a la que se desarrollan los avances técnicos y científicos sí parece difícil de evitar. 

Hay quien considera la exponencialidad un factor positivo, pero la experiencia de la Covid demuestra que la viralidad y la exponencialidad no son tan positivas. Harmuth Rosa argumenta que la aceleración está ligada a la voracidad del capitalismo, ahora alimentada por la inmaterialidad del mundo digital y la ausencia de fricción de las tecnologías.

Vivimos la aceleración como algo propio de los tiempos actuales
Se promueve la aceleración y la exponencialidad porque hay gente que gana con ella. La cuestión es si podemos resistirla.

 

No será fácil
Hay partes del mundo acelerado que podemos decidir no seguir. La batalla no está perdida. Siempre podemos echar mano del espíritu de resistencia íntima que defiende Josep Maria Esquirol. No es inevitable que lo compremos todo en Amazon y se hundan los comercios locales, porque muchas cosas las podemos encontrar en la tienda de la esquina. No es inevitable convivir con la falta de educación y de respeto de las réplicas en Twitter. Podemos decidir no participar. Si hubiera una conjunción de resistencias íntimas y de capacidad de ponernos de acuerdo haríamos que algunas cosas no fueran inevitables.

No todos tienen la posibilidad de resistir. Algunos colectivos no tienen más remedio que sobrevivir en medio de la aceleración.
La transición a la sociedad digital genera ganadores y perdedores. Hay quien piensa que es inevitable que haya gente que pierda. (“Que se jodan! Yo me beneficio porque he tenido más suerte o soy más listo”). Si esto lo aceptamos como inevitable, las consecuencias son muy graves. Pero si consideramos que esta situación debería ser evitable, los que estamos en el lado de los afortunados deberíamos hacer algo, empezando por tomar conciencia. Hay implícita una actitud moral. Podemos hacer como si no lo viéramos, aceptarlo como inevitable, o intentar hacer algo entendiendo que no podemos cambiar el mundo. Aunque hay trocitos de mundo que sí podríamos cambiar.

Esa conjunción de resistencias íntimas que sugieres pasa por cambiar hábitos de consumo y de comportamiento muy arraigados. ¿Crees que es posible hacerlo? Y en cualquier caso, los cambios son lentos. ¿Estamos a tiempo?

Pues hagámoslo por los hijos o por los nietos. Del cambio climático diría lo mismo. Evitar las peores consecuencias del cambio climático pasa por modificaciones regulatorias y de comportamiento individual que no son fáciles. Las peores consecuencias ni tú ni yo las veremos. Si nos comprometemos a luchar contra el cambio climático, ¿por quién nos comprometemos? Por los jóvenes, por los nietos. La misma urgencia e importancia se dan en el ámbito digital. No poluciona el ambiente pero nos poluciona a nosotros.

 

Deben surgir liderazgos diferentes que conviertan la imaginación individual en acción colectiva

 

Dices en el libro que primero debemos imaginar el futuro que queremos. Pero puede haber tantas imaginaciones como personas. ¿Cómo ponernos de acuerdo en lo que nos conviene imaginar?

Las soluciones colectivas pasan por imaginar colectivamente. Si cada uno imagina por su cuenta llegaremos a soluciones muy distintas porque la realidad se ve muy distinta. Pero puedes juntar a 20, 40 o cien personas a imaginar el futuro de algo y en un tiempo relativamente corto, aplicando un cierto método, las imaginaciones convergen hacia una visión compartida. Sólo hacen falta liderazgos que lo faciliten.

Liderazgos! Tampoco vamos muy sobrados
Deben salir liderazgos diferentes que conviertan la imaginación individual en una acción colectiva. Esta capacidad de acción colectiva está por construir y seguramente es uno de los grandes retos de los tiempos actuales.

Habrá que romper la tendencia creciente al hiperindividualismo
Hemos llevado al límite el valor del individualismo que surgió, simplificando mucho, durante el Renacimiento. Si esta tendencia sigue creciendo exponencialmente y sin límite, cosa que es imposible, porque todas las exponenciales se rompen en un momento u otro, la consecuencia es un caos social enorme. Para evitarlo debe haber una moderación del individualismo y una puesta en valor de la acción colectiva.

¿Y por dónde empezamos?
Por ejemplo, creando islas de sanidad y técnica moral.

¿Qué son?
Pequeños núcleos de creación de conciencia y de comportamiento. Nuestros sueños de cambiar el mundo en su totalidad eran ilusorios. Concentrémonos en hacer algo que sea posible.

Una idea
Obligar a que Facebook publique por orden cronológico y no según el criterio de un algoritmo que busca capturar la atención del usuario. Por ejemplo. Con eso no cambiamos el mundo pero contribuiremos a evitar una de las peores lacras de la sociedad digital, la economía de la atención.

Joan Rosés

 

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Ricard Ruiz de Querol es doctor en Ciencias Físicas por el Massachussetts Institute of Technology y doctor en Sociedad de la Información por la UOC. Tiene una dilatada carrera como emprendedor y ejecutivo de empresas TIC. @ruizdequerol

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