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Crecer en un campo de minas

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Aumenta el uso de Internet entre niños y jóvenes y avanza la edad de disponibilidad de teléfono móvil al tiempo que se incrementan los riesgos a los que se enfrentan los menores

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En Estados Unidos se acaba de producir un hecho sorprendente. Una senadora republicana y un senador demócrata han presentado conjuntamente una propuesta de ley de seguridad para proteger a los niños en Internet. ¿Se imaginan algo parecido en España? No que se aborde la seguridad de los niños, sino que lo hagan conjuntamente progresistas y conservadores. Inaudito.

La colaboración entre demócratas y republicanos norteamericanos tampoco es habitual. De ahí la relevancia del problema y la trascendencia de la propuesta. Evitar la desprotección infantil en las redes parece que se ha convertido en una prioridad nacional.

La semana pasada comentábamos que los vientos de la digitalización no corren a favor de la edad. El paso de los años dificulta seguir el ritmo acelerado que impone la tecnología. Pero ¿y los más jóvenes? Supuestamente, su capacidad de adaptación les permite hacerse con las claves y los ritmos de lo digital. Son nativos digitales, propensos a entender con facilidad lo que a los mayores les cuesta.

Sin embargo, lo que está en juego no es sólo la capacidad de adaptación de una persona, sino su vulnerabilidad. Los ancianos son vulnerables porque no pueden seguir el ritmo que impone un nuevo lenguaje en constante transformación. Los niños y los jóvenes lo son porque se involucran activamente en un medio dominado por intereses comerciales que genera estímulos permanentes para captar su atención, les convierte en presa fácil para la manipulación y les aísla del mundo físico.

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Un 22 por ciento de niños de 10 años ya tienen móvil

La penetración de los medios digitales en la población infantil avanza año tras año. El último estudio del Observatorio Nacional de Tecnología y Sociedad (Ontsi) dice que en España el 98% de los niños y niñas de entre 10 y 15 años utilizan Internet de manera habitual. En 2016 no llegaba al 93% y en 2020 y 2021 ha aumentado tres puntos porcentuales. También el uso del móvil se extiende. El 22% de los menores de 10 años disponen ya de un aparato, el 96% a los 15 años. La edad en la que se produce una mayor incorporación son los 13 años, cuando casi nueve de cada diez menores disponen de este dispositivo.

Disponibilidad del móvil en España por edades. 10 a 15 años. ONTSI

Más conectividad supone también más riesgo. Las administraciones, siempre lentas en reaccionar, no pueden obviar la gravedad del problema.

La propuesta de legislación norteamericana pretende que las plataformas dejen de promover comportamientos dañinos, incluidos el suicidio, las autolesiones, los trastornos alimentarios y el acoso. Y también que los padres de niños menores de 16 años dispongan de herramientas para protegerlos, incluida la capacidad de modificar las recomendaciones generadas por los algoritmos, prohibir ciertos tipos de contenido, evitar que terceros accedan a los datos de los menores y limitar el tiempo que pasan ante la pantalla.

En Europa y España ya existe legislación aplicable en la materia (un resumen aquí) que se incrementará cuando el Parlamento Europeo apruebe la nueva Ley de Servicios Digitales que mejora significativamente los mecanismos de eliminación de contenidos ilícitos y protección efectiva de los derechos fundamentales de los usuarios. 

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10 características de Internet que condicionan el crecimiento y la formación

La desprotección ante la violencia y el abuso son, sin duda, los problemas más graves. En 2019, Save the Children publicó un informe sobre violencia viral contra la infancia y la adolescencia que detallaba todas las prácticas abusivas a las que puede verse sometida la población más joven y daba una serie de recomendaciones para los niños, los padres, los profesores y la sociedad en general.

Pero más allá de las consecuencias más crudas, crecer en Internet conlleva una serie de riesgos aparentemente no tan visibles que van delimitando la personalidad, los hábitos, las conductas y los valores de los más jóvenes.

En un reciente artículo María Solano Altaba, decana de la Facultad de Humanidades de la Universidad CEU San Pablo, e Ignacio Blanco-Alfonso, catedrático de Periodismo de la misma universidad, exponen diez características determinantes de Internet que condicionan la formación y el crecimiento.

1 Se ha perdido la jerarquía informativa. La cultura digital ha liquidado la función prescriptora del profesional de la información. Las redes sociales sitúan cualquier mensaje en un plano de equivalencia intelectual y cuesta distinguir lo importante de lo anecdótico.

2 No sabemos quién habla. La democratización del acceso a los canales de comunicación de masas ha traído como efecto inesperado el anonimato del emisor. En la medida en que desconocemos quién nos habla, somos incapaces de intuir su intención comunicativa y de calibrar la calidad del mensaje.

3 Más información, pero menos informativa. Asistimos a un proceso exponencial de acumulación de información que, a partir de cierto punto, se vuelve desinformación. 

4 La tiranía de la brevedad. El código comunicativo de Internet es la inmediatez. Esta circunstancia provoca que los hechos no puedan ser tratados con la profundidad y el contexto necesarios. 

5 Exceso de emotivismo. La monetización de los contenidos difundidos por Internet ha desencadenado una guerra sin cuartel por la atención del usuario. Esta batalla se libra a diario con contenidos emocionales, lo que está provocando un daño colateral: que las noticias relevantes tengan menos audiencia que las frívolas.

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Foto de Zhenzhong liu en Unsplash

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6 Noticias falsas y desinformación. La propagación de bulos, de informaciones incompletas, descontextualizadas y de medias verdades merman la confianza de los ciudadanos hacia toda la información que circula por la esfera pública. Se corre el riesgo de que un exceso de escepticismo entre los jóvenes devenga en una pérdida generalizada de la confianza en las instituciones.

7 Cajas de resonancia mediática. La dieta informativa del usuario digital se elabora con los contenidos seleccionados por algoritmos opacos propiedad de compañías tecnológicas con intereses particulares. La sobreexposición de los jóvenes a unas redes sociales basadas en garantizar la homogeneidad de los contenidos mermará su capacidad crítica, al reducir la exposición a pensamientos diferentes.

8 Polarización y discursos del odio. Al perder la perspectiva que ofrece una diversidad de planteamientos, los jóvenes tenderán a radicalizar los suyos propios, caldo de cultivo para los discursos del odio y la polarización ideológica.

9 Espiral del silencio. La llamada cultura de la cancelación genera temas de los que parece que está prohibido hablar. La autocensura implica una pérdida de libertad y una merma del pensamiento crítico, en la medida en que los jóvenes sienten miedo a salirse de la corriente dominante.

10 Dictadura del “me gusta”. Uno de los principales riesgos para los menores es el desarrollo de su personalidad en la cultura de la aceptación y del reconocimiento constante. 

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Sobreexposición, aislamiento y degradación de la conducta

La propia sobreexposición a las pantallas entraña ya un riesgo excesivo. Una encuesta realizada por la Universidad de San Diego a más de 44.000 padres y cuidadores de niños y adolescentes en los Estados Unidos comprobó que, a partir de una hora de conexión al día, cuanto más tiempo los jóvenes pasaban frente a la pantalla menor bienestar psicológico sentían, incluyendo menos curiosidad, menor autocontrol, más distracción, mayor dificultad para hacer amigos, menos estabilidad emocional y menos capacidad para terminar tareas. Hay que tener en cuenta que los adolescentes de entre 14 a 17 años pasan una media de 4,6 horas al día frente a la pantalla.

Otro problema surge de la gran cantidad de aplicaciones y juegos online que simulan apuestas de casino y que están ganando popularidad entre los niños. Según un estudio elaborado en la Universidad de Nueva York, el 98 por ciento de los juegos sociales admiten jugadores de 12 años o menos. Aunque no se juegan con dinero tienen todos los ingredientes de captación de atención e hiperestímulo de los juegos y apuestas tradicionales.

No resulta fácil lidiar con todo esto. El entusiasmo con el que padres, educadores y los propios niños se entregan a la digitalización contrasta con la indiferencia que suscita la reducción de la filosofía y los valores éticos en el curriculum educativo y abona el terreno a la resignación ante los riesgos que comporta que niños y adolescentes crezcan en un campo plagado de minas.

Tampoco será fácil en el futuro próximo. El metaverso y la penetración creciente de realidades virtuales y aumentadas configurará un nuevo paradigma de ser y estar en Internet, toda una nueva oferta de mundos inmersivos paralelos especialmente atractivos para niños y jóvenes. 

¿Qué riesgo entraña la realidad virtual para los niños? El tema merece una reflexión aparte.

Joan Rosés

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