La prioridad tecnocientífica actual se concentra en el desarrollo de la inteligencia artificial general (AGI), la robótica humanoide y el hiperrealismo sintético. ¿Es lo que la sociedad necesita?
Mientras las grandes factorías de inteligencia artificial están inmersas en una competencia desbocada de grandes modelos de lenguaje, en algunos laboratorios se cuece otro rango de innovaciones que promete desbocarse pronto. La robótica humanoide.
La robótica humanoide es una rama de la robótica que se dedica al diseño y construcción de artefactos que imitan la forma y comportamiento de los seres humanos. El objetivo es que puedan ejecutar tareas como. Además de su apariencia física, las últimas versiones intentan replicar procesos cognitivos humanos mediante técnicas avanzadas de inteligencia artificial.
Aunque China parece haber trastocado los planes con el lanzamiento de DeepSeek R1, hasta ahora el desarrollo de la IA lo lidera EEUU. Sin embargo, en robótica humanoide el impulso viene de Oriente.
Uno de los países motores es Japón y su embajador más destacado es Hiroshi Ishiguro, profesor de la Universidad de Osaka, pionero en el diseño de este tipo de robots y propietario de Avita, empresa de diseño de avatares hiperrealistas.
Hace unos meses estuvo en Barcelona y avanzó que en la Expo de Osaka (abril-octubre 2025) veremos“cosas que nunca habríamos imaginado”.
“En Osaka mis robots van a mirarte a los ojos y hablarte como humanos, con la emoción que les transmita tu mirada, lo natural entre seres que se comprenden.”
Mientras Ishiguro trabaja en la parte emotiva de los robots, otros avanzan en los aspectos físicos. La Universidad de Tokyo tiene en marcha un proyecto de robótica biohíbrida que consiste en fabricar piel humana sintética e implantarla sobre la arquitectura mecánica de los artefactos.
Un robot para todos
Más ambicioso aún es el proyecto Moonshot en el que participan diversos centros de investigación japoneses. Su objetivo es diseñar la vida del 2050 y avanzarse con propuestas innovadoras, algunas de ellas ligadas a los robots.
“Teniendo en cuenta la disminución de la tasa de natalidad y el envejecimiento de la población de Japón, es importante que los robots puedan utilizarse en todos los aspectos de la sociedad, como trabajar en lugares peligrosos o con escasez de personal, desarrollar habilidades humanas y apoyar nuestra vida cotidiana. Para ello, los robots deben poder aprender y actuar por sí solos mediante la coevolución con la IA. De la misma manera que hoy tenemos teléfonos inteligentes, en la sociedad de 2050 todos y cada uno de nosotros tendremos un robot asociado”. (programa Moonshot)
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Según Ishiguro, la cultura oriental, especialmente la japonesa, vive la relación con los robots con normalidad. La sociedad los acepta, los integra porque ve en ellos una esperanza de futuro, dice. Una aceptación que, está convencido, llegará a Occidente.
“Japón, y creo que España, está quedándose sin población. Ustedes pueden traer inmigrantes, pero en Japón es mucho más difícil. Los japoneses necesitamos más y mejores robots ya.”
En Singapur, algunos hospitales ya suplen la falta de enfermeras con robots feminizados que atienden necesidades de los pacientes. ¿Es cuestión de tiempo que eso ocurra aquí?
El diputado conservador británico Chris Philp proponía hace unos días que las empresas incorporaran robots en lugar de inmigrantes mal pagados.
Occidente acelera
Occidente pretende no quedarse atrás y las principales factorías norteamericanas avanzan en la integración de inteligencia artificial, la depuración de movimientos y la humanización visual de los robots, como la norteamericana Realbotix que en el CES de Las Vegas presentó a Melody y Aida, dos inquietantes ejemplares que tratan de replicar el aspecto humano.
También se avanza en biomimética, esto es, la capacidad de los robots de replicar la fuerza y la destreza de los seres biológicos, como Clone Robotics, una empresa norteamericana cuyas últimas investigaciones se centran en desarrollar una tecnología de músculos artificiales denominada Myofiber que logra una potencia, velocidad y capacidad de respuesta similar a la humana.
“Dentro de 50 años será casi imposible distinguir a un robot humanoide de una persona. Físicamente serán muy parecidos”. Lo dice Omar Hatalleh, jefe de IA de la NASA, nacido en Granada, y autor del libro “Esta vez es diferente. Cuando la inteligencia trasciende a la humanidad” (Editorial Deusto).
¿Para qué?
El mundo tecnológico lleva años empeñado en la emulación artificial de los seres humanos. Inteligencia artificial general (AGI), robótica humanoide, hiperrealismo sintético… Ishiguro se imagina una sociedad duplicada en la que cada uno de nosotros (quien pueda permitírselo, claro) disponga de un alter ego virtual o incluso físico, que nos sustituya en tareas ingratas, nos asista, multiplique nuestra presencia o nos represente.
Oriente y Occidente confluyen en el empeño con una determinación parecida. Todos aceleran hacia un mismo objetivo: crear réplicas indistinguibles de nuestro cuerpo y de nuestro cerebro. Es el gran objetivo científico que hoy se plantea la humanidad. En segundo plano quedan otros retos, aparentemente más perentorios, como la lucha ante la emergencia climática o el control de las pandemias. Lo importante, parece ser, es replicarnos.
¿Para qué? ¿Es realmente prioritario que las mejores mentes del planeta y una ingente cantidad de recursos científicos y económicos se dediquen a este objetivo?
Son preguntas que deberán responder las próximas generaciones, cuando en 2050 se encuentren con un replicante a su lado y deban decidir si valió la pena producir unos artefactos que consumieron la energía, la inteligencia y el dinero de sus antecesores.
Joan Rosés