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Contra el pesimismo europeo

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Dos encuestas elaboradas en Europa y Estados Unidos muestran que los europeos tienen una visión más crítica del futuro tecnológico que los norteamericanos. 

La industria digital europea está preocupada por el futuro de la Inteligencia Artificial. Por la delantera que están tomando China y Estados Unidos, y por la, según algunos lobbies, “escasa sensibilidad de las administraciones y los poderes públicos europeos”.

Un artículo de Eline Chivot, analista del Center for Data Innovation, lobby ubicado en Bruselas que promueve la innovación tecnológica, denuncia que muchos gobiernos ponen obstáculos al desarrollo y exageran los peligros de la inteligencia artificial. Hiperventilan, dice Chivot.

El artículo parte de una encuesta sobre la visión que los europeos tienen de la tecnología elaborado por los españoles Diego Rubio y Carlos Lastra del Center for the Governance of Chance de la IE School en Londres. 

Según datos del estudio:

-A la mayoría de europeos les preocupa que los robots puedan sustituir sus trabajos.

-El 40% cree que su empresa desaparecerá en los próximos diez años.

-Un 70% de europeos de todas las edades cree que la tecnología comportará más perjuicios que beneficios en la próxima década.

-Al 68% le preocupa que la gente se relacionará más en entornos digitales que de forma personal.

Los lobbies de la industria opinan que esta percepción responde a un relato negativo que se está imponiendo gracias al papel de algunos medios de comunicación y a la actitud reactiva de muchas administraciones.

Lo más preocupante, dicen, es que la mayoría de ciudadanos de la UE pida medidas políticas para frenar la automatización.

Porcentaje de europeos que piden medidas frente a la automatización del trabajo. Fuente encuesta IE School

Los encuestados menos intervencionistas proponen implantar impuestos adicionales a las empresas que eliminen empleo a causa de la automatización (67%). Un porcentaje ligeramente superior, 71%, pide que se tomen medidas de apoyo adicional para aquellos que pierdan su trabajo. Otras propuestas más enérgicas obtienen mayor apoyo. Un 72% piensa que debe limitarse el número de empleos que puedan ser reemplazados por máquinas. Y un 75% opina que sólo se debería permitir la sustitución de trabajos que sean peligrosos o insalubres.

Los españoles, los más negativos

Por países, España encabeza los países de la UE que piden acciones drásticas, como poner limites a la cantidad de trabajos reemplazables. Lo cree el 86% de los encuestados, junto con los alemanes, un 83%. Mientras la media de europeos que reclama algún tipo de medidas supera ligeramente el 70%, en España lo hace más del 80 por ciento.

Demanda de medidas contra la automatización por países. Fuente encuesta IE School

El Center for Data Innovation cree totalmente exageradas estas percepciones y conmina a los responsables políticos a que dejen de ser negativos.

“En Europa muchos gobiernos están empeorando las cosas. Francia ha rebajado la importancia de la STEM (Ciencia, Tecnología, Ingeniería y Matemáticas) al hacer que las matemáticas sean una asignatura no obligatoria en la educación secundaria. Un reciente documento del gobierno británico sobre la desinformación calificaba a las empresas tecnológicas como ‘gangsters digitales’. Y la (ex) ministra de Justicia alemana, Katarina Barley, apoyó la propuesta de la senadora norteamericana Elizabeth Warren partidaria de ‘fragmentar a las grandes empresas tecnológicas’. Este tipo de discursos genera desconfianza pública en la tecnología y hace que sea más difícil atraer trabajadores europeos a la STEM.”, dice Eline Chivot.

El lobby digital propone también otras medidas como fomentar la conciencia digital entre la ciudadanía e invertir más recursos en educación tecnológica, como hace Finlandia.

Optimismo con matices entre los norteamericanos

En Estados Unidos, los ciudadanos parecen tener una visión algo más optimista.

Según una encuesta realizada por la consultora Edelman sobre percepción de la Inteligencia Artificial, sólo el 24 por ciento de la población norteamericana cree que la Inteligencia Artificial tendrá un impacto significativo en su trabajo, aunque el 36% considera que en algo sí impactará. Además, la mayoría es de la opinión que lo hará positivamente en todos los sectores desde el propiamente tecnológico hasta el financiero, agrícola, comercio, servicios, etc…

Más adelante, el mismo estudio matiza este supuesto optimismo. Según los datos recogidos, la mayor parte de la población cree que la inteligencia artificial beneficiará a los ricos (lo cree el 67%) y perjudicará a los pobres (lo cree el 54%).

Indice de preocupación de los norteamericanos por los efectos de la Inteligencia Artificial. Fuente Edelman

Otro motivo importante de preocupación de la población norteamericana se refiere a los efectos sociales y al comportamiento humano. Más del 70 por ciento de la población cree que la Inteligencia Artificial provocará un mayor aislamiento, una disminución de la interacción humana y una pérdida de capacidades intelectuales y creativas de las personas.

Por último, la mayor parte de los norteamericanos encuestados consideran que las industrias tecnológicas están poco reguladas (69%) y un 60% considera indispensable regularlas adecuadamente.

Casi la mitad de los europeos no sabe qué son los algoritmos 

Aunque ambos estudios no son totalmente equiparables, puesto que el objeto no era el mismo, se percibe una mayor visión crítica en Europa.

El Center for Data Innovation achaca el pesimismo europeo a la actitud restrictiva de las administraciones, también de la propia Comisión Europea, pero también a la falta de conocimiento general sobre la Inteligencia Artificial. Casi la mitad de los europeos no saben qué son los algoritmos ni que ya se están usando en numerosas áreas de la vida. Sin embargo, la investigación muestra que cuanto más saben sobre algoritmos, más los asocian con beneficios en lugar de problemas.” dice Eline Chivot

Aunque es poco probable que los estadounidenses conozcan mejor que los europeos qué es un algoritmo, es cierto que la administración norteamericana tiene una actitud menos preventiva que la europea. Si en China el desarrollo de la economía digital lo tutela el estado, en Estados Unidos son las grandes corporaciones las que llevan la iniciativa. Europa afronta estos dos modelos, hoy imperantes, e intenta preservar un equilibrio entre desarrollo tecnológico y protección de los derechos sociales.

Para frenar la pérdida de competitividad europea y alentar a los ciudadanos a no ver la inteligencia artificial con recelo, la industria reclama que la Unión Europea haga algo al respecto. Fomentar, ser más positiva, invertir…

¿Y la industria?

Pero, ¿y la industria? ¿Debería hacer algo al respecto? ¿Qué responsabilidad tienen las corporaciones que han usado las lagunas legislativas sobre protección de la privacidad para montar negocios globales dominantes? ¿O que han permitido y permiten que se difunda la desinformación y se socaven los fundamentos democráticos de la sociedad? ¿O que se altere el ecosistema social de las ciudades (vivienda, trabajo, vecinos…) en base a un teórico fin colaborativo pero que ha consolidado de facto grandes plataformas de intermediación? ¿O incluso las que, en aras de la productividad, sustituyen masivamente trabajos humanos por robots?

Para mejorar la confianza europea en la inteligencia artificial, la industria no debería olvidar que parte del recelo ciudadano surge como reacción a un modelo basado en la disrupción acelerada. Un modelo que ha impulsado la economía digital, ha abierto nuevos horizontes, ha roto privilegios y vicios ancestrales pero que se ha llevado por delante unos cuantos derechos que los ciudadanos quieren defender.

Y ha instalado la percepción de que el futuro no cuenta con ellos.

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