Estamos tan abrumados por la creciente concentración de poder económico y tecnológico que cualquier invento que prometa descentralizar nos parece valioso. La blockchain y la Web3 lo hacen pero están provocando el efecto contrario.
La tecnología genera su propio vocabulario pero a veces no tiene suficiente y se apropia de terminología ajena. Ocurre con la habitual tendencia a buscar equivalentes humanos para nombrar capacidades puramente técnicas: inteligencia artificial, aprendizaje profundo, “alucinaciones” …
Sin duda el nombre ha contribuido al inquietante éxito de la inteligencia artificial. Si a ese conjunto de innovaciones que acoge la IA sus pioneros le hubieran llamado algo más aburrido como “tecnología de datos”, por ejemplo, probablemente hoy no estaríamos discutiendo acerca de la singularidad o de la IA general, esa que aparentemente superará la inteligencia humana.
Con otras tecnologías recientes pasa aparentemente lo contrario. Internet, la Web o la blockchain han creado términos propios que incluso se han incorporado al lenguaje común. No han necesitado apropiarse de nombres ajenos como hace la IA pero no por ello han dejado de recurrir a conceptos fetiche que les aportan un sello de credibilidad y facilitan su aceptación social.
Uno de esos conceptos mágicos es la “descentralización”. Estamos tan abrumados por la creciente concentración de poder económico y tecnológico que cualquier invento que prometa descentralizar, desintermediar, desmonopolizar… nos parece moralmente valioso.
En sus inicios, Internet también prometía la descentralización. Conocimiento en red, distribuido, accesible… Más tarde surgió la Web 2.0 basada en la participación de los ciudadanos y el auge de las redes sociales. El resultado no ha sido el esperado: se han consolidado plataformas globales que capturan el valor de la red, monopolizan la economía de los datos y concentran un poder descomunal.
Más recientemente surgió el concepto Web3, vinculado a la tecnología blockchain, como promesa de descentralización definitiva. Sus defensores aseguran que con el entramado de soluciones Web3 la intermediación se democratiza, la confianza se blinda gracias a la propia estructura de distribución en nodos tecnológicos, sin necesidad de instituciones o entidades que la garanticen, la certificación deja de ser exclusiva de monopolios, los datos se disgregan y, en definitiva, el poder vuelve a los individuos.
La Web3 debía ser el antídoto contra la concentración que involuntariamente promovieron la Internet inicial y posteriormente la Web 2.0 ,pero ese objetivo está lejos de cumplirse.
“Operar en la cadena de bloques es demasiado complejo. La barrera es alta y, como resultado, son pocas las empresas capaces de construir las interfaces necesarias para que la cadena de bloques sea viable en el día a día de la gente corriente. Aunque la blockchain puede estar descentralizada, se está construyendo un andamiaje de servicios muy centralizados con menos rigor y control incluso que los de la Web 2.0, dice el científico de datos y activista Emily Gorcenski.
A pesar de que los poderes públicos están comprometidos en vigilar e impedir la formación de monopolios, en la práctica, intangibles como el llamado efecto de red posibilitan que, por ejemplo, Google y Meta acaparen el 74 por ciento del mercado mundial de publicidad digital o que Google capture el 92 por ciento de las búsquedas.
La Web3 vendría a impedir que eso suceda pero, paradójicamente, también en la blockchain se está produciendo un fenómeno parecido.
Mucho dinero en pocas manos
El mercado de criptomonedas, el producto más relevante de la cadena de bloques, es un ejemplo paradigmático de esa nueva recentralización. Los inversores institucionales como bancos y fondos de inversión constituyen solo el 1% de los usuarios de criptomonedas pero generan el 60% de las operaciones y poseen el 50% de los activos, según un estudio que el año pasado publicó la revista Nature.
De los casi 20 millones de bitcoin que hay en circulación, un 27% por ciento está en poder de 10.000 tenedores que en la época de máxima cotización acumulaban un valor similar al PIB de Finlandia, según un informe publicado por la Oficina Nacional de Investigación Económica de EEUU. Esos “afortunados” son el 0,01% de los tenedores totales de bitcoin, calcula The Wall Street Journal, y de ellos, un 10% acumula el 15% del total y dispone de más bitcoins que los otros 9.000 juntos.
Nuevos y poderosos intermediarios
Aunque la blockchain promete desintermediación, en la práctica fomenta la aparición de nuevos y poderosos intermediarios.
Binance es la plataforma de intercambio de criptomonedas (exchange) más grande del mundo en términos de volumen diario de transacciones. Aunque últimamente ha perdido cuota de mercado sigue estando por encima del 50 por ciento.
Opensea y Blur se reparten el principal mercado de intermediación de NFT, activos digitales no fungibles. Su cuota de mercado oscila entre el 65 y el 80 por ciento.
DeFi, finanzas descentralizadas pero no tanto
Las finanzas descentralizadas (DeFi) se promocionan como una nueva forma de intermediación en los criptomercados que prescinde de los agentes habituales. A pesar de su nombre, la necesidad de gobernanza hace que cierto nivel de centralización sea inevitable y los aspectos estructurales del sistema conducen a una concentración de poder. La desaparición de las garantías que aportan los intermediarios financieros tradicionales y el respaldo de gobiernos e instituciones globales convierten las DeFi en medios proclives a la inversión especulativa, con muy poca utilidad en la economía real. La aplicación limitada de las disposiciones contra el lavado de dinero, el escaso conocimiento del cliente y el anonimato de las transacciones exponen las DeFi a cobijar actividades ilegales y a agentes manipuladores del mercado.
Pocos mineros y pocos mantenedores
La minería de criptomonedas, que al principio podía hacerse con un ordenador doméstico, ha derivado en una industria que requiere muchos recursos e instalaciones complejas, denominadas granjas de minado. Según el informe de la Oficina Nacional de Investigación Económica de EEUU “el 10% de los mineros más importantes controlan el 90% de la actividad y sólo el 0,1% (unos 50 mineros) controlan cerca del 50% de la capacidad de minería”
Además de minería, el bitcoin necesita mantenimiento para que el código esté actualizado, sea compatible con las últimas versiones de los sistemas operativos y se adapte al volumen de transacciones del mercado. El trabajo de estos mantenedores es esencial para el buen funcionamiento de las operaciones y, aunque es un trabajo colaborativo y abierto, actualmente sólo hay cuatro personas en el mundo que lo hacen.
Digan lo que digan los nombres y los conceptos que sustentan el relato tecnológico, la descentralización sigue siendo un mito.
Joan Rosés