Estonia: seis factores de confianza digital

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El pequeño país del Báltico ha confiado su futuro a la tecnología. ¿Cuáles son las claves del modelo? ¿Está exento de riesgos?

Estonia presume de que en poco más de veinte años ha conseguido ser la primera sociedad digital del mundo. Presume de ello y vende internacionalmente su modelo como fuente de actividad económica. 

¿Cómo ha conseguido semejante hazaña un país de 1,3 millones de habitantes empobrecido por cinco décadas de control soviético?

El fenómeno ‘eEstonia’ suele analizarse desde el punto de vista tecnológico/político: qué pasos se dieron, qué infraestructuras se crearon, qué aciertos se obtuvieron y qué errores se han ido corrigiendo. Pero la transformación de ese pequeño país báltico puede analizarse desde otra perspectiva: la de la creación de confianza. ¿Cómo se consiguió que todo un país confiara en la transformación digital cuando sufría infinidad de carencias básicas?

En el primer artículo de la serie #CollateralTrust, planteábamos si la digitalización de la sociedad introduce un factor de creación de confianza o, si por el contrario, lo es de distorsión e incertidumbre. Vistos los resultados, probablemente cualquier estonio defienda la primera premisa. Lo digital ha permitido cohesionar y dinamizar la sociedad y ha devuelto las relaciones de confianza entre sus ciudadanos y, sobre todo, de los ciudadanos con su administración.

La oportunidad estonia

¿Qué ha pasado durante esos poco más de veinte años?

En 1991 Estonia recuperó la independencia que había perdido poco antes del inicio de la Segunda Guerra Mundial. Desmembrada la Unión Soviética, una generación de jóvenes de treinta y pocos años se hizo con el poder pero se encontró un país al borde del colapso, la economía inmersa en una espiral hiperinflacionaria y altos niveles de pobreza. Era necesario descentralizar la economía e impulsar el crecimiento pero había muy poco que exportar y apenas infraestructura tecnológica.

El gobierno decidió apostar por las tecnologías digitales que comenzaban a asombrar al mundo e invirtió en la digitalización integral de la administración, la expansión de las redes de telecomunicaciones y el acceso a Internet de estudiantes y centros educativos. 

La infraestructura digital se construyó mediante la distribución de códigos y tarjetas de identificación digital a todos los ciudadanos y la implantación de una plataforma (X-Road) que centralizaba toda la información administrativa y la gestión de los datos, y permitía el libre acceso a los estonios y a sus empresas para que desarrollaran servicios.

Actualmente, el 99% de los servicios de la administración se prestan vía online. Entre los más destacados, el eTax, para liquidar impuestos, eSalud y eVoting. Todos estos servicios se implantaron en la década de los 2000, hace ya unos quince años. 

En 2000, fue el primer país del mundo que reconoció el acceso a Internet como un derecho humano fundamental. 

Una de las claves para entender el fenómeno radica en que, desde el inicio de la Estonia independiente, toda una generación de ingenieros y emprendedores se involucraron con los nuevos políticos, el resto de la administración, los centros educativos y la alfabetización digital.

El éxito de Skype jugó un papel clave. Tres de los seis fundadores de Skype eran estonios y operaban desde Tallin cuando la compañía obtuvo fama internacional antes de ser adquirida por Microsoft en 2005. 

Beneficios del uso intensivo del eGovernment. Unión Europea

Modelo de confianza

La joven generación de dirigentes estonios que llegó al poder supo generar una ilusión colectiva que envolvió a todo el país. 

“Queríamos hacer las cosas a nuestra manera. Diferenciarnos de la etapa que estábamos cerrando. Esa fue una gran motivación para impulsar la digitalización. En Polonia fueron los sindicatos los que dirigieron el movimiento pos-soviético; en Checoslovaquia, intelectuales como Václav Havel, y en Estonia, una mezcla de músicos, poetas, escritores y científicos. Los ingenieros estuvieron muy cerca de la creación de leyes y de la Administración”, comenta Linnar Viik, ingeniero, economista y uno de los artífices de la apuesta estonia por la tecnología.

Primer factor: vulnerabilidad

¿Qué factores clave generaron ese clima de confianza en la tecnología?

El primero hay que situarlo en el contexto. Y éste fue, sin duda, la vulnerabilidad en que se hallaba el país. Según la filósofa Annette Baier, la confianza se genera a partir de la aceptación de la vulnerabilidad. Te sientes incapaz de abordar una situación por ti mismo y necesitas apoyarte en alguien o en algo. 

En 1991 Estonia era un país extremadamente vulnerable, empobrecido, sin infraestructuras ni nada que ofrecer pero con un entusiasmo desatado tras liberarse de la administración soviética. El país volvía a tener futuro pero debía fabricarlo. Estonia consiguió la independencia el mismo año en que Tim Berners-Lee estableció el protocolo de la World Wide Web. La euforia por abodar el futuro político de un país  en construcción corría en paralelo a la euforia global por Internet.

Segundo factor: transparencia.

La digitalización integral de la administración ha permitido que Estonia sea todo lo contrario a un paraíso fiscal. Cualquier operación deja rastro. Los ciudadanos pueden comprobar qué entidades conservan sus datos personales y verificar su uso mediante un ID digital.

La transparencia hace que sea mucho más fácil confiar en que el gobierno hará un uso adecuado de los datos y evita la tentación de sobornos y corrupción. Toomas Hendrik Ilves, presidente de Estonia de 2006 a 2016, de visita reciente en Barcelona, recuerda que “no se puede sobornar a una computadora“.

Tercer factor: participación ciudadana y empresarial

Desde su inicio, la plataforma digital creada por la administración se abrió el uso de las empresas y estimuló su participación. “El gobierno de Estonia necesita trabajar con el sector privado para asegurar la innovación. El Gobierno en sí mismo no innova porque eso lo hace el sector privado. Más bien, el papel del gobierno es facilitar la innovación y ayudar a la nación a avanzar ” afirma Tobias Koch, directivo del centro de información e-Estonia. 

Recuerda el estudio My Data My Rules, publicado recientemente por el Instituto de Innovación Social de Esade, que, en 2005, Estonia dio otro paso decisivo en el camino hacia una sociedad digital avanzada cuando se convirtió en el primer país en permitir que sus ciudadanos votaran vía online mediante el sistema i-Voting. En las últimas elecciones el 31.7% de los votos emitidos fueron electrónicos.

Cuarto factor: eficiencia

La mejora de servicios públicos, como los de salud, a través de la plataforma digital ha sido uno de los factores que ha generado mayor confianza. 

Un 99% de los datos de salud de los ciudadanos están en formato digital, accesibles desde el portal www.digilugu.ee. Esto no sólo da los pacientes más control sobre sus datos sino que permite a los médicos adoptar medidas preventivas, detectar tendencias y alentar a los ciudadanos a adoptar estilos de vida más saludables. También los servicios de emergencia pueden dar a los pacientes un tratamiento urgente y adecuado a su historial médico al que tienen acceso de forma inmediata.

Hoy, la economía digital producen unos ahorros anuales equivalentes al 2% del PIB.

Quinto factor: seguridad

En 2007, Estonia pasó la prueba de fuego de la seguridad. 

El 27 de abril Estonia retiró del centro de Tallin la estatua de bronce erigida en 1947 en homenaje a los soldados soviéticos caídos en la Segunda Guerra Mundial. Lo hizo a pesar de que las autoridades rusas advirtieron que el traslado tendría consecuencias “desastrosas”. Unos días más tarde, las webs del gobierno estonio se colapsaron, así como las de los principales periódicos, las universidades y los bancos. El país fue víctima de un ciberataque a gran escala.

El gobierno estonio salió airoso de la prueba, pronto se restableció la normalidad y, desde entonces, Estonia se ha convertido en una referencia en materia de ciberseguridad. Un año después se inauguraba en Tallin el Centro de Excelencia de Cooperación en Ciberdefensa de la OTAN, y en 2018 el gobierno anunció la creación de una “embajada de datos” en Luxemburgo. En caso de sufrir un nuevo ataque, dispondrían de una copia de seguridad de todo lo que circula por sus redes y el país podría seguir funcionando.

Sexto factor: Proyección de futuro

La esperanza con la que en 1991 se afrontó  la recuperación de la independencia hubiera quedado en poco si no se proyectaran nuevos retos de futuro para mantener viva la ilusión colectiva. 

Tres elementos caracterizan esa proyección. 

-El rol de la Administración pública como motor de innovación permanente (el estado emprendedor que diría Mariana Mazzucatto) y, en consecuencia, la consolidación de la soberanía tecnológica y el protagonismo de la ciudadanía. 

-El diseño de lo que podría denominarse ‘un país sin fronteras’ en el que cualquier persona o empresa, proceda de donde proceda, puede obtener la residencia virtual estonia.

-La especialización tecnológica de todo un país como motor para su desarrollo económico.

De los tres, la residencia electrónica es el más llamativo.

Impulsado por las bajas tasas de natalidad, alta emigración y una población envejecida, en 2014 el gobierno estonio puso en marcha un programa de residencia electrónica. Pagando una tasa de 100€, cualquier residente en no importa qué país del mundo recibe una identificación digital que le habilita como residente electrónico de Estonia.

Aunque no es igual que la física, la residencia electrónica permite acceder a la tecnología digital de Estonia, operar sin trabas con el ecosistema de empresas y servicios y lanzar empresas de alcance global.

¿Sin riesgos? 

Estonia ha decidido confiar en la tecnología digital de una forma entusiasta y decidida. Pero cada modelo de confianza comporta sus riesgos, y la dependencia tecnológica, en grado tan alto, sin duda los comporta.

En 2017, la administración estonia inició la introducción de inteligencia artificial en diversos ámbitos de gestión, desde el control de cultivos agrícolas, la monitorización de trabajadores desempleados o la incorporación de “jueces robot” para resolver litigios inferiores a 8.000 euros.

David Engstrom, experto en gobernanza digital de la Universidad de Stanford, opina que hoy por hoy los estonios pueden confiar en el uso que el gobierno hace de sus datos, pero las cosas podrían cambiar si alguno de los nuevos sistemas de toma de decisiones basados ​​en inteligencia artificial falla o introduce sesgos no deseados.

La seguridad cibernética, en un país tan digitalizado, sigue siendo un punto sensible. Tras superar los ciberataques rusos de 2007, la administración estonia no ha quedado exenta de sobresaltos. Hace un par de años se detectaron importantes lagunas de seguridad en las tarjetas de identificación que tuvieron que ser reemplazadas con urgencia. 

Las consecuencias de la dependencia tecnológica están todavía por descubrir en toda su profundidad. Sin embargo, hoy por hoy, el riesgo mayor no tiene un origen tecnológico. Lo sigue constituyendo la vulnerabilidad de su enclave geopolítico y la dependencia de los vaivenes internacionales propios de una frontera tan sensible como lo es la que separa Rusia de Occidente. Tal vez sea ésta la razón que mueve a los dirigentes estonios a soñar en ‘un país sin fronteras’.

Joan Rosés – Collateral Bits
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