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Ética de la disrupción laboral

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Analizamos la sentencia que cuestiona la forma de operar de las plataformas de reparto. Voluntariedad aparente, escasa autonomía, independencia cuestionada, métricas que condicionan el trabajo de los riders…

El juzgado 19 de lo social de Madrid sentenció el pasado 22 de julio que los riders de Deliveroo no son profesionales autónomos independientes sino trabajadores de la plataforma. Ésta es la sentencia más importante dictada hasta ahora en España a razón del número de demandantes a los que ampara, 532.

Más allá de consideraciones jurídicas, la sentencia expone algunos razonamientos de tipo ético que ponen en cuestión formas habituales de actuar de las plataformas de intermediación.

Una primera consideración se refiere al carácter voluntario de la prestación del servicio que figura en el contrato entre las partes y que la plataforma esgrimió como prueba de no dependencia. Los riders aceptan y firman voluntariamente las condiciones propuestas. ¿Entonces? La sentencia manifiesta que no basta con la letra del contrato y cita otra sentencia anterior del Tribunal Supremo en la que, con afinada terminología jurídica, afirma: “La realidad fáctica debe prevalecer sobre el nomen iuris que errónea o interesadamente puedan darle las partes a la relación que regulan”. Es decir, el nombre no hace a la cosa. La voluntariedad debe ser real, no sólo nominal. 

Aunque cada vez aceptamos con mayor comodidad relatos que transfiguran la realidad y palabras que alteran su sentido, el análisis de los hechos y los comportamientos es obstinado. Al menos en el terreno jurídico.

Las plataformas digitales son hábiles actores del relato que orienta las prioridades sociales y basa sus principales valores económicos y morales en principios como la innovación, la disrupción de lo establecido, la agilidad, la eficiencia, la comodidad… La sentencia viene a decir que este relato tiene sus límites.

 

¿Son independientes los repartidores? ¿Actúan con autonomía?

La sentencia analiza también las relaciones de dependencia/independencia de los riders y, en consecuencia, la autonomía con que desempeñan su función.

El texto se detiene a valorar los medios materiales que aportan los repartidores: bicicleta, moto, teléfonos…. La empresa entiende que eso demuestra su rol de mera intermediación entre clientes y transportistas establecidos. Sin embargo, el juzgado viene a decir que, aún siendo relevante, esta aportación de medios es menos valiosa que la propia plataforma y la marca con la que deben distinguirse los repartidores.

Ya no hablamos del nombre de la cosa, sino de la esencia del negocio. La aportación de algunos medios propiedad de los repartidores maquilla la verdadera razón de ser de la plataforma, esto es, la prestación de un servicio de transporte que particulares o empresas contratan a Deliveroo, que es quien decide y organiza los detalles de la entrega. 

Oliver Cole on Unsplash

 

La plataforma regula las propinas

Argumenta la sentencia que no hay independencia en la relación: “Los repartidores prestaban sus servicios de una forma completamente organizada y regida por la empresa demandada, incluso en sus más pequeños detalles. De entrada, se ha acreditado la existencia de instrucciones a los repartidores que, más allá de la encomienda en sí del servicio, establecen con toda precisión las condiciones en las que el mismo debe prestarse, condiciones que la empresa comprobaba y evaluaba”.

De existir independencia, los repartidores prestarían el servicio a su conveniencia, pero la plataforma regula incluso las propinas. En su descargo, la empresa argumentó que los repartidores pueden elegir la ruta y rechazar el pedido, un hipotético rechazo que según la sentencia “no era intrascendente para el repartidor sino que podía tener consecuencias negativas para él, ya que se tenía en cuenta por la empresa a la hora de elaborar unas métricas del servicio que podían implicar la no asignación de los turnos apetecidos y, por tanto, quedarse sin trabajar.”

En el ámbito laboral, la voluntariedad es un concepto que hay que poner siempre en cuestión. ¿Hasta qué punto es voluntaria la aceptación de unas condiciones de trabajo si quien las acepta tiene escasas opciones de rechazarlas?

 

La métrica determina el trabajo

La sentencia menciona de pasada el uso de métricas para analizar el comportamiento de sus repartidores pero no entra en su valoración, tal vez porque no tiene relevancia jurídica en el caso concreto que estaba siendo juzgado. Pero si nos distanciamos de la demanda en concreto, desde una perspectiva ética, sí la tiene.

El mundo digital aporta datos acerca de casi todo, también sobre el rendimiento de los trabajadores. Aunque la métrica laboral no es exclusiva de las plataformas, su aplicación en ellas tiene un agravante añadido: el trabajo depende de la métrica. Una valoración negativa te puede dejar sin trabajo y no tienes a un humano a quien replicar. La decisión la toma un algoritmo que no atiende a otras razones que las programadas. No hay motivos personales. Sólo resultados.

La métrica laboral se convierte así en una variedad de la vigilancia.

Decía Daniel Innerarity en un artículo titulado “La sociedad de las plataformas” publicado este verano en La Vanguardia que  “podría hablarse tal vez de un es­­píritu igualitario de los datos. Ahora bien, se trata de un igualitarismo muy espe­cífico, porque no se lleva a cabo por inclusión, ­sino por abstracción: en vez de una igualdad que tuviera en cuenta la singu­laridad de cada uno y de cada cosa, este igualitarismo es el de la equiparación, es decir, la abstracción de las características parti­culares. Se trata de una igualación que produce nuevas rupturas y exclu­siones, una “equivalencia sin igualdad” (Shoshana Zuboff). ¿Es este el tipo de igualdad que corresponde a nuestros valores democráticos?

¿Dónde está el negocio?

Si la laboralidad de las relaciones entre riders y plataformas se confirma (en España se han dictado sentencias contradictorias al respecto) cabe preguntarse si el modelo de negocio de Deliveroo, Glovo, UberEats,… acabará siendo viable. Si el principal coste de estas plataformas, los repartidores, se encarece, al menos por las cuotas a la Seguridad Social que ahora se ahorran, ¿podrán aguantar el negocio?

De momento, los costes operativos no parecen hacer mella en el crecimiento de estas empresas. Glovo y Deliveroo llevan perdiendo dinero desde su fundación. En 2018, Glovo perdió 9 millones de euros pero multiplicó por doce sus ingresos. Deliveroo, a nivel mundial, perdió unos 200 millones de euros en 2017.

Con cada pedido que hacen, pierden dinero. Es muy difícil de entender”, argumenta el inversor Luis Martín Cabiedes. “Tienen una enorme presión en precios: no pueden subirlos porque entonces la gente no haría pedidos. Y tienen una enorme presión en costes, porque necesitan ciclistas y motoristas. Por eso presionan tanto las condiciones laborales hacia abajo”.

¿Puede mantenerse un negocio que acumula pérdidas año tras año? ¿És ética la actuación de empresas que cuentan con ingentes recursos que les permiten financiar precios por debajo de coste y que con su actuación sostenida alteran el ecosistema empresarial existente? Véase, por ejemplo, el caso de Uber que en el primer semestre de 2019 ya ha perdido 5.500 millones de euros, seis veces más que en el mismo período de 2018.

 

Amazon al fondo

Atomic Taco on VisualHunt

Es probable que la razón final de este modelo aparentemente inverosímil consista en consolidar una posición de dominio en el ámbito de la logística doméstica. Viendo el accionariado se entiende algo mejor el panorama: Glovo está participada por Deliveroo, y Deliveroo lo está por Amazon.

En buena lógica, la rentabilidad podría obtenerse por la concentración de pedidos que sea capaz de gestionar una plataforma con suficiente volumen de actividad. El modelo de reparto doméstico por producto, por muy ajustada que sea la remuneración de los riders, no parece que pueda ser rentable. Como en la logística tradicional, sobrevivirá quien sepa gestionar mejor sus rutas y acumular productos en cada desplazamiento. Y en este ámbito de la multiplicidad de productos y de gestión logística hay un claro dominador: Amazon. A no ser que los costes del reparto inmediato, tan apreciado por el consumidor, se integren o diluyan en los costes generales de la venta. Y ahí hay también un operador que tiene todas las de ganar: Amazon.

 

De momento, los repartidores seguirán siendo un mero recurso, quizás algo más protegidos por la justicia, que las plataformas tratarán de utilizar al menor coste posible. Al menos, hasta que los coches autónomos y los robots puedan circular por las calles y la contratación de repartidores humanos haya sido una etapa transitoria.

El Barcelona Reshaping Work que se celebra del 21 al 24 de septiembre próximos, será una oportunidad para hablar de todo ello. Participan, entre otros, Oscar Pierre, CEO de Glovo, Mary L. Gray, autora de Ghost Works, o Luz Rodríguez,  profesora de Derecho del Trabajo. El debate está servido.

Joan Rosés – Collateral Bits
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