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Fricción imposible

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El premio Pulitzer Nicholas Carr propone tomar medidas que ralenticen la velocidad de comunicación en las redes sociales. Será difícil conseguirlo, él mismo lo reconoce

 

Nicholas Carr ganó el Premio Pulitzer en 2011 con The Shallows, un ensayo en el que exploraba los efectos de las plataformas digitales en la forma de pensar y actuar de las personas. Abundaba en la idea de un artículo anterior titulado ¿Google nos está volviendo estúpidos? que causó un notable impacto en los medios tecnológicos.

Eran tiempos de entusiasmo y pocos presagiaban los problemas que causarían las redes sociales y el poder que llegarían a acumular. Carr fue de los primeros en apuntarlos.

Siguieron otros libros y, nueve años después del último, acaba de publicar Superbloom, how technologies of connection tear us apart, en el que analiza con más detalle los daños apuntados en su primer trabajo.

En Superbloom no descubre nada que hoy no sepamos, pero el inventario de consecuencias, expuestas una detrás de otra, da idea de la envergadura del problema.

Vivir sin comprender

De todas ellas, Carr analiza especialmente la erosión que provocan en la capacidad de comprensión de las personas. La penetración masiva que han alcanzado las redes y la velocidad que imprimen a la comunicación contribuyen a que el sentido de la información se vaya perdiendo. En las redes no hay tiempo para el contexto. Ni para la reflexión. A una información corta le sucede otra de más corta. A un estímulo le sigue otro. 

Los efectos de tanto apabullamiento son poco perceptibles pero sin duda condicionan la capacidad de enfrentarse al resto de amenazas.

Si el discernimiento se deteriora, el criterio crítico desaparece. Los riesgos que atentan contra la privacidad, la información veraz, el discurso ponderado y los valores en general pueden mitigarse si somos capaces de mantener los ritmos naturales de observación y comprensión de lo que nos rodea.

La tecnología sirve, o debería servir, para aumentar esas capacidades, y de hecho así ha sido hasta ahora. Pero si el efecto real de la nueva oleada de conectividad es el contrario y acaba generando desbordamiento y confusión, el mundo acaba resultando incomprensible, la capacidad de decidir con criterio se deteriora, las instituciones quedan superadas, se pierde la confianza en lo humano y el terreno queda libre para espabilados y depredadores.

Carr resume la idea en este fragmento de una entrevista de presentación del libro:

“Estamos descubriendo que lo sucedido es muy diferente de lo que esperábamos. La comunicación no mejora a medida que se vuelve más eficiente. De hecho, cuando la velocidad y el volumen de la comunicación aumentan se produce el efecto contrario. Se satura la capacidad humana de dar sentido a las cosas, de regular las emociones y de forjar relaciones profundas y saludables. En lugar de generar comprensión la comunicación acaba generando incomprensión; en lugar de confianza genera desconfianza; y en lugar de armonía social, provoca conflicto”.

Contra el exceso de eficiencia

Según Carr, nos estamos equivocando con tanta devoción por la eficiencia. El filósofo alemán Theodor Adorno (1903-1966) predijo que el «espíritu de practicidad» se extendería desde el mundo de los negocios a las relaciones sociales cotidianas y transformaría la forma en que las personas se comunican. Y así ha sido. 

Nos esforzamos en diseñar un mundo sin fricción para que todo fluya sin obstáculos. También la comunicación, también el pensamiento. El negocio de la atención se concentra en bombardear ingentes cantidades de estímulos para ocupar la mente y apenas dejar resquicios a la comprensión.

Y es precisamente eso, según Carr, lo que debemos revertir. En lugar de quitar obstáculos, debemos ponerlos. En lugar de acelerar, reducir velocidad. En lugar de eliminar esfuerzos, mantenerlos.

Poner orden, decidir con criterio, defender valores

Necesitamos fricción para: 

Poner orden en la gran cantidad de información que recibimos. Los sistemas analógicos, a pesar de ser ineficientes, ayudaban a mantener la comunicación a una escala humana.

Para decidir por voluntad propia. Con las redes actuales, la información nos encuentra, no hace falta buscarla. Informarnos deja de ser un acto voluntario. Nos relacionamos con el mundo exterior a través de estímulos cortos que se suceden continuamente.

Para promover valores que vayan más allá de la eficiencia. La cohesión social y la defensa de los valores democráticos se consiguen mediante el debate sosegado, la argumentación coherente y la aceptación del discrepante. La eficiencia impuesta en la comunicación actual persigue lo contrario: adhesión y uniformidad.

Diseño friccional

Para no quedarse únicamente en el lamento Carr propone algunas medidas con las que se podría ganar bastante. Las denomina “diseño friccional”:

– Limitar el número de veces que se puede reenviar un mensaje o el número de personas a las que puede reenviarse. 

 – Esperar unos minutos antes de que el mensaje se publique daría tiempo a la persona que escribe para reconsiderar el tono y el contenido y ralentizaría el ritmo de las interacciones.

 – Imponer un retraso similar o varios clics adicionales antes de que una persona pueda darle al «me gusta» o responder a una publicación.

 – Imponer una pequeña tarifa para difundir una publicación o mensaje a, por ejemplo, más de mil destinatarios.

 – Requerir una licencia de difusión para cualquier cuenta con más de doscientos cincuenta mil seguidores o suscriptores.

 – Prohibir directamente los scroll infinitos, las funciones de reproducción automática y los feeds y anuncios personalizados.

No será fácil

Los diagnósticos siempre son más fáciles que las soluciones y, en este caso, especialmente. El propio Carr reconoce la dificultad de implantarlas. El negocio de la inmediatez es demasiado rentable. Nuestros hábitos están demasiado anclados en el deseo de rapidez y comodidad.

“Sabemos por experiencia que una vez te acostumbras a que las cosas sucedan rápido, si alguien propone «vamos a ralentizar esto, hacerlo no tan fácil y tal vez no tan barato”, la gente reacciona mal, aunque sepa que esa medida podría resolver problemas. Odiamos que las cosas se ralenticen. En una sociedad que está preparada para la velocidad, la conveniencia y la facilidad de uso, recuperar la fricción no va a ser fácil. La gente va a rechazar la propuesta pero aún así espero que le demos una oportunidad.”

No hay soluciones fáciles para poner coto la deriva de las redes sociales. El primer paso es comprender la gravedad de no hacer nada.

Joan Rosés

(Nota del autor: Para redactar este artículo he utilizado IA en los procesos siguientes: NotebookLM para analizar las partes del libro dedicadas al «diseño friccional» y Gemini para localizar los momentos del video en el que Nicholas Carr sintetiza los riesgos de las redes sociales y las dificultades para implantar diseño friccional)

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