La Inteligencia digital necesita también Inteligencia social

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Reflexiones sobre el futuro de la web en la edad adulta

En Marzo de este año, en ocasión del 30 aniversario de la WWW, Tim Berners-Lee publicó en la página oficial de la Web Foundation una reflexión sobre el pasado y futuro de la Web, en la que expresa que:

Aunque la web ha creado oportunidades, ha proporcionado una voz a grupos marginales y ha hecho nuestra vida más fácil, también ha creado oportunidades para estafadores, dado voz a los que propagan odio y ha hecho que sea más fácil cometer todo tipo de crímenes.”

Desde esta percepción de claroscuros, esboza una propuesta fundamentada en tres principios:

-La web es de todos, y tenemos el poder colectivo para cambiarla.

-Dar por sentado que no podemos mejorar la web que hoy conocemos demostraría falta de imaginación, además de un espíritu derrotista.

-Si renunciamos a construir una web mejor, no podremos decir que la web nos ha fallado, sino que nosotros hemos fallado a la web

Es, sin duda, un planteamiento políticamente correcto, pero también discutible, porque parece emanar de un “marco mental” que resulta de una aproximación sesgada a la realidad.

Tim Berners-Lee se formó como ingeniero. Como demostró cumplidamente en el desarrollo de la WWW, las complicaciones técnicas no sólo no le asustan, sino que a buen seguro le estimulan. Pero podría ser que no pueda decirse lo mismo acerca de su percepción de la dinámica social. En su libro “Weaving the Web (1) afirma repetidamente que creó la WWW con la intención de que fuera un vehículo para que “todo el mundo” pudiera expresarse y acceder a la información generada por otros. En este sentido, la Web ha funcionado según se esperaba; porque quienes cultivan el odio, la falta de ética y la voluntad de manipular y engañar forman parte del mundo y aprovecharán para expresarse todos los canales y resquicios que se les proporcionen. No se les puso ninguna cortapisa cuando la tecnología de la Web se hizo pública, por lo que sería ingenuo esperar que no hubieran aprovechado su oportunidad.

Tim Berners-Lee en 1991

A partir de esta constatación, la propuesta de principios que hace ahora Berners-Lee suscita algunos comentarios. De entrada, sobre el lenguaje. “La web” es un concepto polisémico. Lo extendido de la expresión “lo buscaré en Internet” apunta a que muchas personas tendrían dificultades en articular la diferencia entre “Internet” (una infraestructura de comunicación entre ordenadores) y la “World Wide Web” que Berners-Lee imaginó como una capa de software sobrepuesta a Internet. De otra parte, en el lenguaje ahora habitual, una referencia a “la web” puede referirse de forma indistinta a la tecnología de la WWW, a los contenidos que alberga o las aplicaciones que se sustentan en la web. 

Por último, es obligado tomar en cuenta que “la web” es una realidad social tanto como una realidad técnica. En la terminología de Bruno Latour(2), ”la web” es propiamente un “actante”, una hibridación de artefactos técnicos y comportamientos sociales que se influencian y realimentan mutuamente.

La web como realidad social

Quizá quede más claro con una analogía. Cuando alguien afirma que “este es un barrio peligroso”, podría ser que se refiriera al riesgo de lesionarse por el mal estado de las aceras o de que se desprenda un balcón de edificios en mal estado. Sin embargo, es más probable que lo que exprese sea una percepción del riesgo de ser víctima de un robo u una agresión. En este caso, una propuesta de mejorar el barrio podría no tener como prioridad renovar sus infraestructuras sino conseguir una mayor vigilancia policial o la erradicación de determinadas actividades y comportamientos.

Podemos ahora releer los principios de actuación propuestos por Berners-Lee teniendo en mente esa analogía. Todos tenemos igual acceso a las calles de una ciudad; pero si se trata de una avenida comercial copada por las grandes marcas, o una zona invadida por los turistas o por actividades de ocio intensivo, resulta que en la práctica esa parte de la ciudad “no es” de todos y que la mayoría de nosotros tenemos poco poder para cambiarla, incluso si cuando se trata de “nuestro” barrio. Porque el poder colectivo es difícil de ejercer cuando hay intereses dispares; más aún cuando se ha de negociar, o enfrentarse, con intereses particulares respaldados por poderes fácticos y económicos considerables. Menores, de hecho, que los que se mueven por la Web. 

Con todo, la afirmación más cuestionable es la que sostiene que “fallaríamos a la web” si no hacemos por cambiarla para bien. Creo que somos muchos los que no hemos asumido ningún compromiso, explícito o no, con “la web” (aunque sí muchos, quizá sin haberlos leído, con agentes de los que operan “en la web”). El hecho cierto es que a día de hoy no existe un contrato explícito que regule los respectivos derechos, obligaciones y responsabilidades de la variedad de agentes que interaccionan a través de la web. 

Contrato por la web

Quizá por ello, después de haber expresado durante varios años su descontento e inquietud por la forma en que la web estaba evolucionando (3), Berners-Lee puso a consulta en el mes de Julio el borrador de un “contrato por la web” articulado en nueve principios agrupados en tres categorías:

Para los Gobiernos:

1-Asegurar que todo el mundo pueda conectarse a Internet

2-Mantener en todo momento el acceso sin restricciones a Internet

3-Respetar y proteger los derechos fundamentales de la gente al respecto de los datos y la privacidad.

Para las empresas:

1-Que internet sea accesible y asequible para todos.

2-Crear confianza online respetando y protegiendo la privacidad y los datos personales de la gente.

3-Desarrollar tecnologías que apoyen lo mejor de la humanidad y obstaculicen lo peor.

Para los ciudadanos:

1-Ser creadores y colaboradores en la web

2-Crear comunidades sólidas que respetan el discurso cívico y la dignidad de las personas.

3-Luchar en favor de la web.

Son principios razonables, bien intencionados y políticamente correctos. Pero eso puede no ser suficiente. ¿Qué impulsará a suscribirlos a las empresas, gobiernos y personas que obtienen beneficios, económicos o de otra índole, a base precisamente de incumplir algunos de esos principios? En esta época de crisis de la política, ¿tendrán los gobiernos, parlamentos y reguladores la voluntad y la capacidad de hacerlos cumplir? De otra parte, ¿no sería apropiado que todo lo referente a los ciudadanos figurara como en primer lugar y como prioritario? ¿Y que el contrato explicitara tanto sus derechos como sus contribuciones? 

Y por último, en línea con lo apuntado más arriba, este borrador de contrato, por el modo en que está redactado, parece responder más al objetivo de que los “stakeholders”, incluyendo a los usuarios, no fallen a la web más que a lo contrario. 

Lo cual no resulta una novedad. La relectura de “Weawing the Web”, el libro en que Berners-Lee relataba en los orígenes de la World Wide Web, contiene múltiples afirmaciones que podrían calificarse de ingenuidad social, de otra parte típica de muchas declaraciones de científicos y tecnólogos. Se destacan sólo los efectos positivos de los buenos usos de las nuevas tecnologías, pero se obvia la reflexión acerca de posibles daños colaterales, incluyendo los derivados de usos no previstos, incluso malintencionados. Veamos algunos ejemplos.

El modelo de la Wikipedia al que Berners-Lee renunció

Berners-Lee reconoce que “cuando la tecnología evoluciona muy rápidamente, la sociedad puede quedarse atrás, intentando responder con acierto a las implicaciones éticas, legales y sociales.” Lo cual ha sucedido, sucede aún, con la Web. Sin embargo, ante la certeza de que se producirá ese decalaje socio-técnico, Berners-Lee sostiene que “los tecnólogos tienen que actuar como miembros responsables de la sociedad, pero no deben implicarse en el gobierno del mundo. Su papel es proveer mecanismos técnicos, no políticas sociales.

Esa fue su postura y la de la Web Foundation durante el lanzamiento y la expansión de Web. Pero de este modo, cuando se proveen los mecanismos técnicos para que todo el mundo pueda publicar y acceder a contenidos sin restricción alguna, resulta que todo el mundo lo hace, no siempre con buenas intenciones. Y luego, como cuando se trata de volver a meter la pasta de dientes en el tubo, ya no hay vuelta atrás. Es probable que el contrato que ahora propone Berners-Lee sea insuficiente y llegue tarde.

No está de más añadir que habían otras posibilidades, que el caso de la Wikipedia ilustra apropiadamente. Su software es propiedad de la Wikimedia Foundation que ha establecido, con la colaboración de miles de personas reglas específicas de uso que son cruciales para mantener la Wikipedia como un instrumento fiable y libre de publicidad. 

Tim Berners-Lee podrían haber hecho algo similar cuando lanzó al ciberespacio el software de la World Wide Web, imponiendo algún tipo de licencia o condiciones para su uso. Pero renunció a hacerlo, en parte porque valoró que ello sería un freno para la explosión exponencial del uso de la Web. 

“Estamos a tiempo de cambiar de modelo ante la llegada de la Inteligencia Artificial, el 5G y la ingeniería genética”

Concluyo. Es posible que tanto la propuesta de contrato que se propone ahora para el futuro de la Web como la crítica que se esbozan en este artículo lleguen tarde para influir de modo significativo en el devenir del online. Pero podrían servir de referencia al respecto del lanzamiento masivo de otras tecnologías de alto impacto social, como la inteligencia artificial, la realidad virtual, el 5G o todo lo relacionado con la biónica y la ingeniería genética.

Quizá sea realista asumir que el rol de los científicos y técnicos se limite a proveer a la sociedad de conocimientos científicos y mecanismos tecnológicos. Pero es socialmente irresponsable hacerlo antes de que quienes tienen mayor inteligencia social hayan considerado las implicaciones éticas, legales y sociales y se hayan adoptado las precauciones pertinentes. De hecho, hay una afirmación del propio Berners-Lee en su libro que bien podría elevarse a principio moral para la evolución de la ciencia y la tecnología: “No deberíamos hacer cosas sólo porque sea posible hacerlas”

1)“Weaving the Web: The Original Design and Ultimate Destiny of the World Wide Web”, Harper Business (2000).
2) “La esperanza de Pandora: Ensayos sobre la realidad de los estudios de la ciencia”, gedisa (2001)
 3) Por ejemplo, “Long Live the Web: A Call for Continued Open Standards and Neutrality”, Scientific American 22/11/2010; “An online Magna Carta: Berners-Lee calls for bill of rights for web”, The Guardian 12/03/2014; “The Web’s Creator Looks to Reinvent It”, The New York Times 7/6/2016; “Una web al servicio de la humanidad”, El País 12/03/2017; “The web is under threat. Join us and fight for it.”, Web Foundation, 12/03/2018.

Ricard Ruiz de Querol

@ruizdequerol
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