Kate Middleton en 2014. Fuente Wikimedia Commons. Imagen retocada

La princesa y las pantallas contaminadas

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La llegada de la tecnología digital desvirtuó el valor testimonial de la fotografía. Con la IA aumenta la sospecha de que todo lo que muestran las pantallas puede ser una invención

 

Lo más sorprendente de la fotografía retocada de Kate Middleton y sus hijos no fue tanto la manipulación en sí sino el escándalo que provocó. La princesa retocó la imagen, claro, como hace mucha gente y también la realeza.

La familia real española tiene un curioso historial al respecto. En 2005 insertó a la hija de la infanta Cristina, Irene Urdangarin, en una fotografía navideña. La reina Sofía admitió haber sido la autora del retoque. En 2022, la Casa Real difundió la imagen de una reunión del emérito con las infantas y sus hijos en Abu Dabi. Pablo Urdangarin, hijo de la infanta Cristina, aparecía sin piernas.

La estirpe británica también se ha aficionado a los apaños. En 2022, la princesa de Gales retocó una foto de Isabel II con sus 12 bisnietos. En diciembre pasado, la felicitación de Navidad de los príncipes de Gales generó polémica porque el dedo del príncipe Luis había desaparecido.

 

La verdad como opción

Aunque la manipulación fotográfica tiene tanta historia como la propia fotografía, la tecnología digital y la aparición de Photoshop en 1990 popularizaron el hábito. Como consecuencia la autenticidad que se atribuye al testimonio fotográfico ha ido perdiendo valor.

En el libro “La furia de las imágenes”, Joan Fontcuberta dice que “una fotografía construida mediante un mosaico de píxeles directamente intervenibles desbarataba los mitos fundacionales de indexicalidad y transparencia que habían sustentado el consenso de credibilidad en los productos de la cámara. Para la fotografía digital la verdad constituía una opción, ya no una obstinación.”

Kevin Kelly, fundador de la revista Wired, cree que estamos regresando al orden natural. “A lo largo de toda la existencia de la humanidad casi nunca se ha podido saber cuándo algo era cierto o no. Tuvimos un breve lapso de tiempo en el que la fotografía se convirtió en la evidencia que demostraba algo. Ahora volvemos exactamente a lo de siempre. La única manera de verificar la verdad es confiar en la fuente”.

 

Categorías de la manipulación

No todas las manipulaciones son iguales. Las hay de tipo técnico, útiles para mejorar la nitidez o la definición de las imágenes, eliminar partes borrosas u objetos que se interponen en la captura y también las que procuran mejorar el aspecto de lo representado, corregir “defectos” físicos, añadir colorido… 

Pero algunas tienen un mayor calado. Especialmente cuando pretenden influir en la percepción del mensaje que se transmite.

Una de las técnicas usadas tanto por la fotografía analógica como la digital es la escenificación de composiciones aparentemente reales. Ocurre cuando se construye una escena que parece espontánea, se elige un encuadre o unos personajes que alteran la percepción de lo que está ocurriendo o se introducen elementos que aumentan el dramatismo.

Miliciano abatido en Cerro Muriano en 1936. Robert Capa. Fuente: Wikimedia Commons

La famosa fotografía de Robert Capa en la que aparece un miliciano de la guerra civil española en el preciso instante de ser abatido fue un montaje. Ejemplificaba la brutalidad de la guerra pero la realidad no se deja capturar fácilmente y Capa decidió escenificarla.

John Calhoun (a la derecha). Retrato de Abraham Lincoln con el cuerpo de Calhoun (izquierda) Fuente: Wikimedia Commons

Del retrato de Abraham Lincoln en 1856 en el que aparece mostrando la severidad del cargo tan sólo el rostro es real. El cuerpo pertenecía a John Calhoun

 

Posados reales no tan reales

Las fotografías de reyes y sus familias son un ejemplo palmario de teatralización. Hogares unidos, portes distinguidos, proles simpáticas, ancianos saludables, hermanos bien avenidos… 

Derivan de los cuadros que antaño los monarcas encargaban a los pintores de la Corte. Obviamente los retratos no eran espontáneos sino composiciones que transmitían un mensaje político. Para eso estaba el pintor, para sublimar los detalles que ensalzaban a sus majestades, corregir lo que se tuviera que corregir y ocultar lo que se tuvieran que ocultar.

Familia de la Reina Victoria de Inglaterra en 1887. Pintura de Lauris Regner Tuxen. Fuente Wikimedia Commons

Con esa misma lógica han funcionado las familias reales del siglo XXI y sus posados. Por eso Kate Middleton retocó la fotografía. Por tradición.

Los súbditos, lo saben. Siempre ha sido así y hasta ahora han aceptado el juego. Pero con el escándalo de la fotografía familiar de la princesa algo parece haber cambiado ¿A qué se debe tanta indignación por unos retoques que son habituales?

 

Tiempos de inteligencia artificial

Probablemente habrán influido un cúmulo de factores pero todos ellos han servido para alimentar el clima de desconfianza que impregna el orden digital imperante. La equivocada opacidad con la que la Casa Real británica trató la operación a la que se había sometido la princesa fue uno de esos factores. Pero al acecho estaban influencers espontáneos en busca de notoriedad y factorías de bulos, parece ser que relacionadas con el Kremlin, que llenaron las redes sociales de rumores y maledicencias e insuflaron aire a la mecha de la desconfianza.

Los bulos encuentran ahora el terreno abonado porque se sospecha que los hasta ahora aceptados retoques han traspasado la línea roja de la mentira. Desconfiamos porque no sólo se retoca para ensalzar o reforzar un mensaje. Se hace para mentir. 

A lo largo de sus más de treinta años de existencia, Photoshop ha jugado un papel relevante en el hábito de la manipulación benévola. Pero en tiempos de inteligencia artificial cualquier retoque pasa a ser sospechoso y empieza a percibirse como una invención absoluta. La calidad con la que se suplanta la verdad nos hace dudar de todo.

No sólo se falsean fotografías, no sólo se generan imágenes hiperrealistas de personas que no existen o de paisajes inventados, también empieza a ocurrir con los audios y los videos. Por eso, la reacción que suscitaron las imágenes posteriores de la princesa caminando al lado del príncipe Guillermo fue de incredulidad. Aunque lo pareciese, aunque se moviera como ella, aunque caminara como ella, ¿era realmente la princesa? Se escrutó al milímetro cada frame e incluso se llegaron a publicar análisis que aseguraban que se trataba de otra mujer.

Cuando días después Kate Middleton reveló públicamente su enfermedad, el escándalo inicial se desvaneció y la princesa recobró la estima pública. La gente agradeció la revelación y se conmovió por su dolencia. Fue una reacción de alivio ante la verdad. 

Sin embargo, tampoco este video se libró de la sospecha. Una nota de la agencia que lo distribuyó indicaba que el video podría no cumplir con la política editorial de la compañía. Inmediatamente se desataron las especulaciones. Para acallarlas, la BBC tuvo que confirmar que sus equipos habían grabado efectivamente el video en el Palacio de Kensington.

Con tanta difusión sin filtros en las redes sociales, tanta manipulación desbocada y tanta generación hiperrealista de invenciones, tal vez no haya otra manera de verificar la verdad que confiar en la fuente.

Pero, ¿cómo se consigue eso si para llegar a la verdad debemos atravesar pantallas contaminadas?

Joan Rosés

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