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Los inversores juegan a la lotería

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Invertir en startups es una operación de alto riesgo que solo se compensa con diversificación y alguna operación de éxito entre muchos fracasos

El mundo de las startups es exigente. Son muy pocas las empresas que acaban siendo un gran éxito. Es por ese motivo, que, para los emprendedores, es esencial reintentarlo cuando las cosas no han ido bien. Siempre nos habían contado sobre esos emprendedores de éxito que habían fracasado antes varias veces. Se consideraba un mérito y, por supuesto, lo es. Pero la realidad es que forma parte del método, de la sistemática de creación que las startups suponen.

En el caso de los inversores, el juego es igual de duro. Ello es también consustancial al método y ocurre desde tiempos históricos. La primera sociedad de capital riesgo que existió fue American Research and Development Corporation (ARDC). Se creó en 1946. Los promotores fueron George Doriot, profesor de Harvard, y Karl Compton, quién había sido presidente del MIT, junto con Ralph Flanders. A George Doriot se le considera el padre del capital riesgo.

George Doriot

Diez años después de su creación, ARDC realizaría una de sus mejores operaciones. Fue la inversión en DEC, entonces una startup del mundo de los ordenadores, que acabaría convirtiéndose en una gran corporación. Los que tenemos una cierta edad y estudiamos ingeniería, aún recordamos sus famosos ordenadores VAX. DEC fue creada por unos ingenieros surgidos del MIT que no encontraban financiación para su propuesta. La aportación de ARDC fue clave para que la empresa naciese y creciese. En 1968, cuando ARCD se retiró de DEC, al salir ésta a bolsa, su participación se había multiplicado por 500. Obtuvo millones de dólares de una inversión de unos pocos miles. En esas sociedades inversoras, operaciones de este tipo justifican otras decenas y decenas que aportan muy poco. ARCD tenía en ese momento participaciones en 45 empresas. Pero la operación de DEC concentró la mayor parte del valor de esa cartera. Muchas invertidas y una gran operación. Ese resultado inauguró el método y el objetivo del capital riesgo.

Pocos éxitos, muchos fallos

Luis Martín Cabiedes dice: “Mi negocio va de tener muy pocos éxitos muy grandes y muchos fallos. Hay que tener una estrategia y en ella contemplar que el 80% de las inversiones va a salir mal, pero que una puede compensar las otras. Saber pensar en probabilidades es una ventaja para los inversores”.

Inveready es una de las mejores sociedades inversoras europeas. En uno de sus primeros y exitosos fondos, en el que tengo el lujo de participar, han invertido en 45 empresas. Las cifras sugieren que, cuando lo cierren, el 20% de las invertidas habrá generado el 90% de los retornos. En ese caso, Inveready cumplirá con esa ley del mundo del capital riesgo que dice precisamente eso, que en los fondos que retornan más de 5 veces a sus accionistas, el 90% del retorno proviene del 20% de las inversiones.

Las personas e instituciones que aportan su dinero a fondos de inversión en startups, conocen perfectamente el alto riesgo de esa vía de inversión y saben que pueden perder su dinero. Pero, para que la creación de startups tecnológicas sea un camino efectivo de creación de tecnología, es esencial que esos inversores puedan sacar un buen provecho. El capital riesgo deberá tener siempre el incentivo para invertir.

La mitad de los inversores pierde dinero

Leía hace un tiempo un artículo de Tomer Dean en TechCrunch sobre esta cuestión. Tomer es un joven -muy joven- emprendedor israelí, que ha aparecido en la lista Forbes de 60 jóvenes de aquel país que tienen menos de 30 años y que son altamente prometedores. En su artículo, Tomer explicaba una conversación con un conocido inversor de startups israelí.

Ese inversor le contó que el 95% de las entidades de capital riesgo no están dando a sus inversores el retorno necesario que pueda justificar el riesgo, los costes de gestión de esas entidades y la falta de liquidez. Ese inversor de startups contaba a Tomer que un fondo de capital de riesgo debería multiplicar por 3 el volumen invertido para ser considerado una buena inversión. Es decir, si se crea un fondo de 100 millones, al final del período, debería haberse convertido en 300 millones, retornando entonces la mayor parte (excepto los costes de gestión) a las personas e instituciones que realizaron la aportación de los 100 iniciales. Tomer acudía a una fuente para explicar que:

-El 5% de los fondos retornan a sus accionistas 3 veces la inversión inicial

-Para un 10% de los fondos el retorno para los accionistas está entre 2 y 3 veces

-Para el 35%, entre 1 y 2 veces

-Finalmente, para el 50% restante, el retorno para los accionistas es menor que la cantidad que aportaron en el momento de la constitución del fondo.

A la búsqueda de un gran éxito

Tomer argumenta que, para obtener las rentabilidades suficientes que justifiquen el gran riesgo de invertir en startups, cada fondo debería tener un gran éxito, una gran venta de alguna de sus startups. Ello es complicado. La mayoría de los inversores no lo consiguen. Solo los buenos. Solo el 5 por ciento superior. Entonces, Tomer se hace una pregunta: ¿Cómo se las arregla el 95% restante? Él mismo da la respuesta: Sobreviven gracias a los costes de gestión a los que antes me he referido.

Pero él sugiere varias cosas. Por ejemplo, diversificar todavía más, invirtiendo en un número mayor de startups y menos cantidad en cada una. Dice por otra parte, que sobran inversores, que debería buscarse una mayor concentración alrededor de los mejores gestores.

 

Horsley Bridge Partners es un fondo de fondos de San Francisco, un fondo privado de inversión que invierte en otros fondos. Tiene también oficinas en Londres y Beijing. Un día decidieron revisar las 7.000 operaciones realizadas por los fondos en los que habían invertido. Cubrían el período 1985 hasta 2014. Encontraron cosas como las siguientes:

-el 60% de los retornos se debía al 6% de las operaciones

-Un 50% de las operaciones prácticamente no genera ningún retorno

-Los mejores fondos de capital de riesgo no son mejores por tener un mayor número de operaciones de éxito. No son mejores eligiendo las mejores operaciones y evitando las malas. Los mejores lo son por qué tienen operaciones de éxito de gran dimensión, que les generan altos retornos

-Si un fondo quiere estar en el grupo de fondos que retornan a sus accionistas 3 veces la inversión (3x), deben tener al menos una inversión 10x, es decir que les multiplique por diez la cantidad invertida en esa operación.

-Si un fondo quiere estar en el grupo de los selectos, debería tener una operación con una enorme multiplicación.

Pere Condom-Vilà

Doctor en ingeniería industria. Profesor de tecnología y management de I+D en la Universidad de Barcelona
@perecondom       https://es.linkedin.com/in/perecondom
Este artículo se publicó originalmente en perecondom.com
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