La reciente edición del congreso ha demostrado la vigencia de la presencialidad pero las empresas apuestan por el metaverso. ¿A qué responde ese empeño?
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Con la Covid en horas bajas, el Mobile World Congress 2022 ha logrado reunir a más de 60.000 personas. Si el próximo año el virus pasa a ser común y manejable, es posible que se alcancen o superen los 109.000 visitantes de hace tres años.
Vuelta a la normalidad. Los hábitos se recuperan. Quienes auguraron el fin de los congresos presenciales o su transformación a eventos híbridos entre lo presencial y lo virtual no acertaron. La gente añora el contacto presencial. Los mercados, también.
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Las herramientas digitales para facilitar el trabajo y las reuniones a distancia han evolucionado mucho, pero las expectativas generadas durante los confinamientos se han demostrado exageradas. La caída de las acciones de Zoom (-60% en los últimos doce meses) y el estancamiento de su facturación son un indicio.
El MWC22 ha demostrado que para los negocios es bueno encontrarse cara a cara, darse la mano, deambular entre los stands, descubrir propuestas nuevas, tomarse unas cervezas con colegas, reencontrar amistades, consolidar empatías iniciadas a distancia… Estar bajo un mismo techo crea sinergias. Y las sinergias crean negocio.
El regreso a la presencialidad durante el Mobile ha sido especialmente reconfortante por las fechas tan oscuras en las que se ha celebrado, apenas unos días después de que Rusia atacara Ucrania y las Naciones Unidas publicaran su dramático informe IPCC sobre la aceleración del cambio climático. Entrar en el recinto del Mobile era como adentrarse en un castillo encantado, lleno de magia y poderes maravillosos, ajeno a las catástrofes del mundo analógico y adornado con slogans que a cada paso te recordaban que estabas en el “mundo digital”.
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Todos quieren estar ahí
Sin embargo, resulta chocante que, recobrada la presencialidad, la tendencia más destacada del congreso haya sido precisamente algo tan radicalmente virtual como el metaverso. Una amplia variedad de empresas, tanto startups como grandes empresas, presentaron sus propuestas virtuales, desde fabricantes de dispositivos como HTC, software como Microsoft o IBM, telecomunicaciones como Telefónica, o consultoría como Accenture. El mensaje era claro: queremos estar ahí.
En sus slogans y presentaciones, la mayoría asumía el relato según el cual el metaverso será el lugar donde nos educaremos, nos reuniremos, teletrabajaremos y asistiremos a conciertos, exposiciones de arte o estrenos de cine. Para ello anunciaban diseños de alta calidad, gafas más cómodas, usables y precisas, avatares hiperrealistas, holografías convincentes, plataformas ad hoc y herramientas fáciles de usar… todo suficientemente atractivo para convencernos de que, esta vez sí, podremos renunciar encantados a las miserias de la presencialidad.
Pese al deseo de presencialidad que tenían ante sus ojos, muchas empresas proponían soluciones para evitarla. Pese al cansancio de Zoom y las dificultades que la realidad virtual y la realidad aumentada llevan arrastrando durante años para convencer al gran público, el empeño recobra fuerza y crecen las inversiones. Cuando parece que la gente demanda contacto personal, las empresas apuestan por lo contrario.
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¿A qué responde, pues, la apuesta por el metaverso? ¿Anticipan que están al llegar nuevos colapsos que obligarán a trasladar al mundo virtual muchas de las actividades que desarrollamos actualmente en el mundo físico? ¿Creen realmente que la experiencia de los videojuegos en el que se inspiran muchas de estas propuestas es trasladable a otros ámbitos? ¿O simplemente se apuntaban al metaverso por si acaso, no sea que Mark Zuckerberg acierte otra vez y se queden fuera del negocio si no siguen la corriente?
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Humanos, demasiado humanos
Pese al empeño, implantar la radicalidad virtual no será fácil. Ninguna tecnología se consolida al margen del contexto cultural y, hoy por hoy, el contexto da señales de saturación virtual. Por una lado le dedicamos muchas horas a las pantallas pero, por otro, reivindicamos la necesidad de liberarnos de tanta virtualidad y regresar a lo físico. En tanto que el metaverso apuesta por una sustitución radical de la presencialidad, impone hábitos que no se corresponden con el contexto ni con el deseo profundo de las personas.
Pero las limitaciones del metaverso no afectan sólo al contexto sino también a la propia condición humana de los usuarios. Una de las ponencias presentadas durante el Mobile resultó reveladora y, sin proponérselo, desveló esas carencias.
La consultora EY vino a confirmar que, más allá de las limitaciones tecnológicas actuales, el gran escollo del metaverso radica en la imposibilidad de proporcionar las capacidades que los seres humanos desplegamos en nuestra vida común y en nuestra relación con los demás. De los cinco sentidos que desplegamos (vista, oído, gusto, olfato y tacto), el mundo virtual es capaz de ofrecer sólo dos, vista y oído, y de manera limitada, mediatizados siempre por una pantalla. La tecnología virtual que promete la sustitución de la presencialidad sigue lejos de lo humano, y aunque la consultora presentó una línea de negocio que intenta solventar ciertas carencias, el reto parece difícil de superar.
Algunos proponen ir más allá en la emulación de los sentidos, como la startup canadiense OVR Technology que ha creado un dispositivo que agrega aroma a cualquier auricular de realidad virtual.
Muchas empresas parecen convencidas de que los usuarios aceptarán gustosos el simulacro de realidad que inspira el metaverso, que les vendan un gato cuando lo que quieren es una liebre.
En cualquier caso, deja un poso de perplejidad y tristeza comprobar que tanto empeño tecnológico se dirige hacia una radicalidad ilusoria, tan alejada de la radicalidad reparadora que exigen las urgencias del mundo, el analógico y el digital, con sus bombardeos, su crisis energética, sus epidemias, sus mentiras, sus sabotajes y su deterioro medioambiental.
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Entre los gemelos digitales y lo phygital
Pero no todo es tan radical. Otras propuestas más pegadas a la realidad ofrecen lo virtual como complemento de lo físico. NVIDIA, el mayor fabricante mundial de soluciones gráficas, apuesta por la generación de gemelos digitales. Su herramienta Omniverse recrea simulaciones del mundo físico mediante gráficos fotorrealistas que permiten realizar pruebas en tiempo y condiciones aparentemente reales. BMW creó una réplica de su fábrica de automóviles para hacer pruebas en virtual antes de implantarlas en sus talleres. Ericsson la usó para probar la implementación de la red 5G. Para ello construyó un modelo virtual de una ciudad que replicaba todos sus detalles, incluso los materiales de construcción de los edificios.
Esa hibridación de mundo virtual y físico es el que proponen los defensores del concepto Phygital, un nivel tecnológico en el que los objetos físicos estén conectados o vinculados a soluciones como la realidad aumentada, Internet de las cosas o inteligencia artificial y, por su parte, las plataformas de comercio electrónico o las redes sociales, que hoy existen sólo en forma digital, se fusionen con los objetos físicos no sólo como un complemento, sino como una parte integral de los mismos.
Tal vez. Sin embargo, hoy lo urgente es que el mundo deje de darnos tantos disgustos y que el ecosistema tecnológico contribuya, por lo menos, a no empeorarlo.
1 comments
Apreciado Joan,
Como a tí, me parece difícil de entender, esta querencia (yo diría que patológica) por dedicar esfuerzos a construir y explotar mundos virtuales, cuando hay tanto por hacer en el mundo real. Puedo entenderlo, hasta cierto punto, como una estrategia de evasión de una empresa como Facebook/Meta, que ya se ha dedicado a facilitar la creación de un mundo aparte en las redes sociales. Me sorprende más como estrategia de empresas como Telefónica. Sobre todo al constatar la debilidad de los argumentos a favor del metaverso que aparecen, por ejemplo, en este artículo de Telos, una publicación de la Fundación Telefónica (https://telos.fundaciontelefonica.com/metaversos-nuevos-mundos-para-la-exploracion-de-la-metasociedad-y-la-metaeconomia/). A comentar, tal vez, en otra ocasión y en otro formato.
Saludos cordiales