Fotograma de la película «Alone» de Daniel Titz

Nuevas soledades

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La penetración masiva de dispositivos electrónicos individuales, la personalización de contenidos y la aparición de la IA generativa favorecen el aislamiento y la percepción fragmentada del mundo

 

En el sur de Europa defendemos con orgullo nuestra manera de vivir la calle. Somos algo ruidosos pero el ímpetu y la frecuencia con la que socializamos parece mantenernos a salvo de la marea individualista que recorre Occidente.

Otras culturas no pueden decir lo mismo. El periodista Derek Thompson analiza la deriva hacia la soledad de la sociedad norteamericana en un reciente artículo titulado “El siglo antisocial”.

El texto empieza describiendo una experiencia personal cuando Thompson y su familia fueron a un pequeño restaurante mexicano, habitualmente muy concurrido. Esta vez el local estaba vacío pero los trabajadores andaban atareados llenando la barra de bolsas de comida. “El espacio, antes reservado para el encuentro social, se había reconvertido en un silencioso depósito de comida para llevar”.

Nada que no empiece a ocurrir aquí, pero el periodista advierte que en la sociedad norteamericana el abandono de los espacios de socialización está alcanzando niveles inéditos. 

“És la época en que los estadounidenses, especialmente los jóvenes, pasan menos tiempo con otras personas, por lo menos desde que se tienen datos (1965). La soledad autoimpuesta podría ser el hecho social más importante del siglo XXI en Estados Unidos”.

Según Thompson, la proporción de niños que se juntan con amigos fuera del horario escolar ha disminuido casi un 50 por ciento desde principios de la década de 1990. 

Probablemente hay diversos motivos que explican el fenómeno pero, sin duda, “los espacios públicos degradados (y el deterioro de la vida pública) son, en cierto modo, la otra cara de todas nuestras inversiones en videojuegos y teléfonos móviles”, lamenta Thompson.

Vista la penetración creciente que también en nuestra sociedad abierta, festiva y socializadora tienen los dispositivos electrónicos individuales y dado que muchos de los hábitos que afectan a la sociedad americana son parecidos a los nuestros, ¿podemos asegurar que nuestro modelo está a salvo? Aquí también compramos en Amazon, pedimos comida a Glovo, vemos series en Netflix, pasamos casi 3 horas al día ante el televisor y usamos el teléfono móvil casi tres horas y media. Entre los jóvenes el consumo de TV es mucho más bajo pero el del móvil supera las 4 horas y casi un 40 por ciento llega a las 6 horas. 

 

Fragmentar la percepción 

Un factor añadido es la tendencia a la personalización de la oferta de contenidos. Las plataformas diseñan algoritmos para que la experiencia de cada usuario sea única. También los medios de comunicación intentan seguir la moda y configurar menús informativos o de entretenimiento a medida.

Si el modelo de filtros burbuja acaba imponiéndose, ¿cómo compartiremos nuestra visión del mundo si cada uno de nosotros ve y lee cosas distintas? ¿Qué valores comunes lograremos defender si todos tenemos los nuestros propios?

“La realidad se fragmentará en microcosmos cada vez más pequeños según quién seas, qué te guste, dónde vivas y qué consumiste ayer, hace una hora, hace un minuto”, advierte el especialista en tecnología Alberto Romero.

 

Hablar con máquinas

Dispondremos, eso sí, de mecanismos artificiales que nos orientarán -al fin y al cabo, son los que mejor nos conocen- , nos acompañarán y nos aliviarán la necesidad de relacionarnos mediante algoritmos bien entrenados.

La inteligencia artificial generativa viene a culminar el proceso. Su impresionante capacidad de emular voces, generar imágenes aparentemente reales y “dar vida” a avatares y robots se pone a disposición para acompañar nuestra soledad autoimpuesta. Si no podemos o no queremos hablar con personas, siempre podremos hacerlo con máquinas.

Algunos ejemplos.

Honda presentó en el CES de Las Vegas un asistente artificial llamado Saloon dispuesto a acompañar a los conductores solitarios. Como dice el trailer de promoción, “Saloon y yo (la conductora) hemos hablado tanto! Conoce mi color favorito, mi música favorita, mis estados de ánimo… Saloon sabe cuando las cosas me van bien y me consuela cuando estoy triste… Con Saloon puedo ser siempre yo misma… Saloon es mi compañero, siempre a mi lado… abriéndome a  nuevas experiencias que expanden mi mundo”. Quién no desea un compañero de viaje así!

La última gama de móviles Samsung, los S25, promociona funcionalidades de voz con IA para que el aparato pueda asistirte hablando con él. Es curioso que el principal reclamo de un teléfono sea que puedas hablar con una máquina.

Aplicaciones como Character.ai o Muah.ai ofrecen chatbots y avatares de compañía siempre disponibles. Character AI se encuentra entre las 30 aplicaciones de IA más populares y ocupa el puesto 11 en número de descargas (datos de agosto 2024).

Lovot es un robot de compañía muy apreciado en Japón. Pero no es el único. Hace un par de años abrió en el centro de Tokio la primera tienda especializada en robots de compañía en la que también se pueden comprar otras marcas.

La soledad del creador

Las nuevas soledades no afectan sólo al consumidor. También se imponen en el ámbito creativo.

Hay tareas creativas asociadas habitualmente a la soledad de un estudio: escribir, pintar, componer… Pero hay otras que necesitan del colectivo, como las artes escénicas o la creación audiovisual profesional, la que va más allá de youtubers y ticktokers. Así ha sido hasta ahora. La generación automatizada de contenidos abre la posibilidad de que una sola persona combine desde la soledad del estudio todos los elementos que intervienen en una producción audiovisual (guión, voces, banda sonora, personajes, efectos visuales…).

Ésta es la reflexión que empujó al director alemán Daniel Titz a crear el cortometraje Alone únicamente con aplicaciones de IA. 

En un post en Linkedin, Titz presentaba así el cortometraje:

 “Como director, crear esta breve pieza fue fascinante pero aterrador. Es increíble pensar en las posibilidades que tendremos en un futuro muy cercano. ¿Pero cuál es el precio a pagar? Aquí estoy, atrapado en un dilema ético. Yo era el único ser humano involucrado en esto. Nunca me he sentido más empoderado, y al mismo tiempo más solo.

Son las soledades que vienen.

Joan Rosés

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