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Un juguete llamado inteligencia artificial

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Los generadores automáticos de texto e imágenes como GPT3, DALL-E, Stable Diffusion, ChatGPT… ponen en nuestras manos unos artefactos de una potencia incalculable. Tras el asombro de los primeros días surge la preocupación por sus riesgos

 

2022 pasará a la historia por diversos motivos, algunos de ellos horribles, pero también por ser el año en que la inteligencia artificial se ha abierto al público. De pronto, la IA se ha vuelto accesible. Hasta ahora se ceñía al ámbito de las empresas o las instituciones. Los usuarios la soportábamos pero no la teníamos a nuestro alcance. Ahora, sí. La inteligencia artificial se puede tocar y jugar con ella.

En los últimos meses se han colado por la chimenea unos juguetes que nos habilitan unas capacidades insospechadas. Con los sistemas generativos como GPT3, DALL-E, Stable Diffusion, ChatGPT, etc… podemos redactar textos, componer imágenes, ilustrar la portada de un libro o incluso elaborar un video sin apenas esfuerzo ni habilidad. Y con resultados sorprendentemente verosímiles.

La cantidad de personas que las están probando y usando no para de crecer. Millones de usuarios se han registrado en los portales gratuitos que dan acceso a estas herramientas. Han puesto en estado de shock a los profesionales gráficos, y al principio, algunas plataformas de venta de imágenes online o programas de diseño pusieron el grito en el cielo. Sin embargo, hoy los generadores artificiales ya se han integrado en programas de Adobe, Canva, el buscador Bing de Microsoft… En Japón los artistas de anime lograron detener el lanzamiento de la aplicación Mimic, especializada en generar dibujos estilo manga. A las pocas semanas surgieron otras como Nijijourney que hacen lo mismo. 

 

“Open AI: Solo hemos creado DALL-E 2 para decirle al mundo que vamos a crear una inteligencia artificial tan poderosa como la humana”

 

Sam Altman, CEO de OpenAI, la empresa que ha desarrollado la mayor parte de estas herramientas, ha reconocido que cuando programaron el generador de texto a imágenes DALL-E no eran conscientes del “revuelo que se generaría“. Tal vez sea cierto, pero cuando anteriormente desarrollaron las herramientas GPT de escritura automática restringieron su acceso durante muchos meses en prevención del mal uso que podría hacerse y expandirse. Eran conscientes del riesgo. Luego surgió la competencia y decidieron liberarlas.

Abrirlas al público ha sido una decisión arriesgada porque son probablemente más útiles generando falsedades que textos veraces y rigurosos, más dados a la copia y a la imitación que a la creatividad. Es tal vez por eso que Google, Meta y otras grandes corporaciones que disponen de herramientas similares las están conteniendo. Pero abrirlas al público es demasiado tentador. No se trata de un acto de generosidad. Su apertura permite aprovechar que millones de usuarios las vayan entrenando y acelerar así su desarrollo hacia metas más ambiciosas. En una entrevista publicada en Technology Review, Altman reconoce su intención de “crear una IA poderosa que entienda el mundo como lo hace un humano. Solo hemos creado DALL-E 2 para decirle al mundo que realmente lo vamos a hacer.”

Es tan tentador el desafío que ninguna empresa que tenga capacidad renunciará a afrontarlo. Son tan tentadores sus posibilidades que nadie va a renunciar a usarlas. El cambio promete ser trascendental, su expansión imparable y sus efectos, inquietantes.

 

Entusiastas no faltan

La mayor parte de reacciones y análisis que se han publicado, que han sido miles, dudan de que esto vaya a servir para nada bueno. Pero no todo ha sido consternación. También ha habido reacciones entusiastas.  

La profesora Nancy Gleason, de la New York University en Abu Dhabi, ha pedido públicamente incorporar ChatGPT en clase, una hora a la semana, para enseñar las posibilidades de esta herramienta. “Algunos afirman que la redacción está muerta. No estoy de acuerdo. Como educadores, tenemos que enseñar a nuestros alumnos lo que eso significa en la práctica. La redacción no está muerta, pero el proceso de creación está cambiando“, dice Gleason.

Don Allen Stevenson III, un artista digital creador de efectos visuales para la productora DreamWorks (Steven Spielberg), dijo haber pasado una crisis existencial tras la salida de DALL-E:  “Para personas técnicamente capacitadas como yo es muy aterrador.” Luego se repuso y comenzó a utilizarla para sustituir el trabajo de algunos de sus colaboradores. 

Otro artista digital norteamericano, Paul Trillo, cree que la tecnología hará que sea más fácil y rápido generar ideas para efectos visuales. “La gente dice que esto es la muerte de los artistas de efectos visuales o de los diseñadores. No creo que sea la muerte de nada. Supondrá que no tenemos que trabajar por la noche ni los fines de semana”.

Sin duda, los generadores automáticos tendrán usos positivos: proponer ideas cuando la creatividad se estanca (lienzo en blanco, página en blanco, colapso creativo…), acelerar trabajos, hacer resúmenes automáticos de libros de los que dudas si vale la pena leer…  La cuestión es si las ventajas superarán los riesgos que ya se intuyen.

El periodista canadiense Clive Thompson advierte que donde más entusiasmo han producido es en “actividades en las que la basura (la basura creada por humanos) es habitual: marketing de contenido, relaciones públicas, ciertas empresas de tecnología y fabricantes de clickbait.” Todo un síntoma.

 

Humanidades en riesgo

Aunque también permiten generar código y sustituir tareas propias de los programadores, donde más incidencia van a tener estos artefactos es en las artes y las humanidades: en la enseñanza de lenguas, historia o filosofía, la práctica del periodismo, la comunicación, la creación gráfica y artística… y en todos los ámbitos en los que el lenguaje, la creatividad y el desarrollo de ideas resulta esencial. 

Para muchos tecnólogos imbuidos del espíritu disruptivo eso tal vez no resulte un problema. Dice Stephen Marche en un artículo publicado The Atlantic que “el mundo tecnológico moderno no da ningún valor a la educación humanista”, y recuerda, por ejemplo, que Sam Bankman-Fried, el fundador del fallido exchange de criptomonedas FTX, se jactava de que nunca leería un libro. Así le ha ido.

 

Foto de Blaz Photo en Unsplash

 

Y así nos va. Más preocupante que a la élite tecnológica le importe un bledo prescindir de las humanidades o incluso deteriorarlas si el negocio lo exige es que tengan el poder de cambiar la vida de las personas.

La superficialidad con la que construyen su mundo va impregnando a toda la sociedad a medida que sus inventos se hacen universales y de uso obligado. Los textos que elabora ChatGPT no son especialmente brillantes pero son aceptables, son banales pero verosímiles, tan banales como muchos discursos generados por humanos que circulan por Internet o los medios de comunicación. Se integran en la banalidad y por eso son indistinguibles. Tienen fallos pero el problema no es que los tengan sino que parecen humanos.

Según Marta Peirano “el drama es que su palabrería será tan indistinguible del pensamiento legítimo como el periodismo es últimamente indistinguible de la propaganda, los titulares tradicionales de la desinformación. Y no estamos preparados para defendernos porque seamos honestos: los periódicos están llenos de no noticias; los debates de tertulianos y las televisiones, de personajes impresentables debatiendo con jefes de Redacción. Las universidades están llenas de académicos produciendo papers tan obtusos que sólo los leen los buscadores. Los Parlamentos están llenos de charlatanes a los que nadie cree. Somos carne de cañón.

 

Atrapados en en el pasado

En esencia son artefactos incapaces de aportar nada nuevo. Las frases que construyen se basan en textos ya escritos, sus conceptos ya han sido expuestos por alguien, las palabras ya han sido dichas. Sus creaciones gráficas se configuran gracias a un uso hábil de la copia y la imitación. Lo que hacen es combinar lo existente de forma verosímil. 

En cierta medida nos atrapan en el pasado. Dice LM Sacasas que “el pasado siempre ha alimentado nuestra capacidad para crear lo nuevo, pero el éxito de estas herramientas depende de su capacidad para adaptarse a los patrones existentes de la manera más predecible posible. Se elimina la posibilidad de que el pensamiento pueda consistir en romper patrones”.

Y, como todas las tecnologías, nos cambian los hábitos. Desde que las calculadoras multiplican por nosotros, dejamos de hacer cálculos mentales. Desde que los correctores de texto nos ponen los acentos, dejamos de preocuparnos por la ortografía. Desde que Google Maps nos guía por las calles, nos olvidamos de la orientación… A partir de que GPT3 o ChatGPT escriban por nosotros podremos renunciar al esfuerzo de desarrollar el lenguaje. Y si lo que acaba imperando es el texto banal producido por máquinas más ocupadas en la verosimilitud que preocupadas por el contenido nos acabaremos acostumbrando.

 

Un compendio de desafíos

James Vincent resume en The Verge algunos de los desafíos que se plantean:

¿Cómo se adaptarán las universidades a la proliferación de trabajos escritos por IA ? 

¿Entrarán en crisis las industrias creativas por la expansión de la IA generativa ?

 ¿El aprendizaje automático creará un tsunami de spam que arruinará la web para siempre?

¿Y qué pasa con la incapacidad de los modelos de lenguaje para distinguir la realidad de la ficción o los sesgos comprobados de los generadores de imágenes de IA que sexualizan a las mujeres y las personas de color?

La puesta a disposición de la inteligencia artificial para todo el público es un hito fundamental que traerá más consecuencias de las que acertamos hoy a vislumbrar. La duda es si aportará algo bueno a la creatividad humana y al bienestar de la población, o será, como se intuye, un nuevo motor de aceleración en nuestro camino a no sabemos dónde.

Joan Rosés

1 comments
  1. Veo la apertura al público de ChatGPT como un paso más para incentivar la «interpasividad» de la sociedad. Algunos deben de estar muy interesdos en que ello suceda, me temo.

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