tangi bertin via flickr/CC BY 2.0

Veinte años de efecto Google

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Google se fundó en septiembre de 1998 bajo el lema Dont’ Be Evil. En dos décadas, ¿se ha vuelto una empresa “malvada“? 

El buscador de Internet surgió en 1996 en un laboratorio de Standord, estableció la compañía en 1998 y desde entonces se ha convertido en una de las corporaciones que dominan el mundo y determinan el futuro de la tecnología y los negocios. Pero, según sus críticos, ha desvirtuado el lema fundacional que invocaba espíritu de equidad y respeto a los valores éticos. 

A raíz del 20 aniversario de la compañía, The Verge ha publicado un cronología de los principales hitos de esta concentrada historia, desde el inicio de la compañía con 100.000 dólares aportados por el cofundador de Sun Microsistems Andy Bechtolsheim, hasta la multa de 4.300 millones de euros impuesta por la Unión Europea por abuso de posición dominante de Android. En unas pocas páginas podemos hacernos una idea del progreso vertiginoso de este gigante.

También la revista norteamericana The New Atlantis publicó en su último número un extenso artículo titulado Google.gov en el que se repasaba la historia de la compañía, su relación con el poder y las leyes y se planteaba si debía ser regulada dada su posición de dominio.

De Google se ha escrito, se escribe y se seguirá escribiendo. En español vale la pena leer el libro de Alejandro Suárez Sánchez-Ocaña “Desnudando a Google”.

La mayor parte de trabajos publicados analizan la posición de dominio de la empresa en el campo de los buscadores, la publicidad digital o los sistemas operativos para móviles, su capacidad para absorber o estrangular a la competencia, su ambición por dominar todas las áreas de la tecnología, o su enorme capacidad extractiva de datos y comportamientos de los usuarios.

Pero el dominio de Google afecta ámbitos más sutiles. Lo insinuaba The New Atlantis: “Google siempre ha aspirado no sólo a proporcionar a las personas la información que solicitan, sino también a orientarlas sobre la información que están buscando. Dicho de manera más simple, Google tiene como objetivo dar a la gente no sólo la información que quiere, sino la que Google piensa que debería tener”.

La capacidad y habilidad para la orientaciòn personal en un mundo confuso y desmesurado otorga a Google un enorme poder.

En 2011, la revista Science publicó un artículo de tres psicólogos norteamericanos (Betsy Sparrow, Jenny Liu y Daniel Wegner) en el que se analizaban los efectos del buscador en nuestra memoria cognitiva. Lo llamaron el efecto Google y describe la tendencia que tenemos a olvidar información por la costumbre a encontrarla facilmente en Internet. Lo explica Betsy Sparrow en el siguiente vídeo.

Benjamin Curtis, profesor de filosofía y ética en la Universidad de Nottingham Trent acaba de publicar en The Conversation un artículo titulado “Google cumple 20 años convertido en una extensión de nuestro cerebro”  en el que amplía el análisis sobre los efectos del buscador en nuestra arquitectura cognitiva.

Dice Curtis que esta afectación “no es ciencia ficción, sino una de las implicaciones de la que se conoce comola teoría de la mente extendida”, un punto de vista ampliamente aceptado en filosofía, psicología y neurociencia. No cabe duda de que este es un cambio abrupto de la psicología humana, probablemente el mayor cambio con el que hayamos tenido que lidiar, y está ocurriendo a una velocidad apabullante.

El profesor evoca las aportaciones  de Andy Clark y David Chalmers, filósofos y científicos cognitivos, en el artículo La mente extendida publicado en 1998.  Clark y Chalmers sostenían que, cuando integramos elementos del mundo exterior en nuestro proceso de pensamiento, esos elementos externos interpretan el mismo papel en nuestro proceso cognitivo que el que realiza nuestro cerebro. Como resultado, forman parte de nuestra mente en la misma medida que nuestras neuronas y conexiones sinápticas.

La fusión de nuestros procesos cognitivos con Google es una realidad. Parte de nuestra mente se encuentra hospedada, literalmente, en los servidores de Google” 

La importancia de esta “integración” se debe a que Google “no es una herramienta cognitiva pasiva. Sus últimas actualizaciones, dirigidas hacia la IA y hacia el aprendizaje automático, se centran en las sugerencias. Google Maps no solo te indica cómo llegar hasta donde quieras llegar (a pie, en coche o en transporte público), sino que también envía sugerencias personalizadas de lugares que cree que te interesarán”.

De la misma forma actúan el asistente virtual Google Home, Gmail, Google News…

“Todo esto elimina la necesidad de pensar y de tomar decisiones por nosotros mismos. Google, afirmo de nuevo, completa, literalmente, los espacios vacíos de nuestros procesos cognitivos y de nuestras mentes, lo que causa que tanto la privacidad mental como la habilidad de pensar con libertad se retraigan.”, dice el profesor.

Benjamin Curtis añade que el efecto adictivo de los teléfonos móviles se debe precisamente a que los hemos integrado en nuestro proceso cognitivo diario.  “Para acabar con esa adicción/integración, y para recuperar nuestra salud mental, debemos aprender a pensar de otra manera y reconquistar nuestra mente”, concluye.

La solución queda en el aire. La pregunta sobre cómo se logra reconquistar la mente cuando la dependencia a herramientas como las que proporcionan Google o las redes sociales es cada vez mayor queda, de momento, sin respuesta.

Para las redes sociales hay sugerencias voluntariosas pero dificilmente realizables para un gran segmento de la población como las que propone el polifacético pionero de Internet Jaron Lanier en su libro, “10 razones para borrar tus redes sociales de inmediato” (huyo de las redes sociales como de las drogas, dice Lanier) o medidas paliativas  como las que se debaten en Europa para restringir el acceso a los móviles en las aulas (en Francia la prohibición se aplica ya este curso). Pero cuando la tecnología se incrusta en nuestra mente de la manera que lo ha logrado Google en sólo 20 años o algunas redes sociales en menos tiempo todavía, no parece que existan remedios fáciles ni asequibles a corto plazo.

Puede que Google se haya vuelto malvado. Lo que es seguro es que forma parte de nosotros.

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