Imagen de Maria, el robot de Metrópolis (1927) de Fritz Lang. Brechtbug en Visualhunt.com

¿Y si dejamos de suplantar a los humanos?

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“Humanizar” los artefactos tecnológicos es una tendencia al alza que implica riesgos y muestra la debilidad del desarrollo digital, incapaz de crear un imaginario propio

 

Una nueva herramienta de inteligencia artificial promete humanizar la escritura de los bots. Se llama Humanize. Su slogan dice así: “Transforme su contenido generado por IA en texto natural, similar al humano. Convierta sin esfuerzo un texto generado por IA en indistinguible de la escritura humana”.

Dotar a los artefactos tecnológicos de un halo de humanidad es una tendencia que se afianza con el paso de los años y abarca todo tipo de prestaciones.

En el ámbito audiovisual, los llamados “humanos digitales” están alcanzando unos niveles de hiperrealismo y expresividad que los hace prácticamente indistinguibles y cada vez más útiles como dobles o sustitutos de actores o celebridades.

En 2023, los actores norteamericanos vieron venir el peligro y forzaron un acuerdo con los estudios de producción para acotar el uso de esos dobles virtuales.

Uno de los trabajos más recientes es esta impresionante réplica virtual del boxeador Mike Tyson, creada por la empresa Hyperreal

Replica virtual de Mike Tyson. Hyppereal.io

 

Clonaciones y manipulaciones

La clonación y la síntesis de voz han alcanzado también niveles de verosimilitud que hace muy difícil distinguirlos de las voces humanas. A finales de enero, una supuesta locución de Joe Biden instó a no participar en las primarias demócratas de New Hampshire. “Guarde su voto para las elecciones de noviembre”, decía el falso mensaje. 

Las voces artificiales van incorporando inflexiones propias de la voz humana y logran niveles de verosimilitud muy altos. “Humanizar” los chatbots obliga a afinar los detalles como los que analiza un estudio de la universidad alemana de Postdam según el cual incluir matices o variantes dialectales en una voz artificial contribuye a su confiabilidad.

“Si una persona domina un dialecto, es más probable que confíe en un robot que habla de la misma manera. Las personas confían en los robots porque encuentran similitudes”, dice el estudio.

 

El nombre hace a la cosa

Otro de los factores de antropomorfización de los artilugios tecnológicos pasa por apropiarse de denominaciones del ámbito humano. Llamarle “inteligencia artificial” a un conjunto de tecnologías es toda una declaración de intenciones. Llamar “alucinaciones” a los errores de la IA, “humanos digitales” a avatares hiperrealistas, “aprendizaje automático” y “redes neuronales” a metodologías de trabajo de ordenadores en red… forma parte de esa apropiación. 

También la nomenclatura de los artefactos intenta mimetizar con lo humano.

Uno de los robots humanoides que se han hecho más populares es Sophia. El robot del que se enamoraba Joaquin Phoenix en Her se llamaba Samantha. Cleo es un bot financiero. Apple bautizó Siri a su asistente virtual, Amazon lo llamó Alexa y a su nuevo asistente de compras  lo llaman Rufus. Son nombres que inequívocamente evocan a “alguien”, no a “algo”. Y como éstos, cientos.

 

El imaginario robótico

Los últimos movimientos en robótica sugieren que 2024 puede ser un año importante en el desarrollo e implantación de humanoides que ejecutan tareas complejas como abrir puertas, subir escaleras, manipular objetos, levantar cajas, plegar ropa…. Una de las iniciativas que ha recibido más impulso financiero es Figure AI. Tesla presentó hace unas semanas su robot multitarea Optimus

Robots de Figure AI

Se basan también en la imitación, pero a diferencia de las tecnologías digitales, los creadores de robots humanoides han construido un imaginario propio. Los humanoides tienen cabeza, brazos y piernas pero su aspecto mantiene distancias evidentes con las personas de carne y hueso. Cuando los observamos vemos un engendro mecánico, no a un supuesto ser humano.

En eso el cine ha sido determinante. El robot de Metrópolis (1927), que por cierto se llamaba Maria, C3PO de la Guerra de Las Galaxia y otros muchos han conseguido fijar una imagen reconocible de esos artefactos robóticos. No hace falta camuflarlos. No pretenden confundirnos aunque, para reforzar su empatía, incorporen expresiones y comportamientos propios de las personas. 

 

Un nuevo imaginario

La emulación sintética hiperrealista resulta fascinante pero corre el peligro de infiltrarse en nuestras vidas, manipular nuestra percepción y generar desconfianza y temor. 

¿Por qué entonces esa obsesión en fabricar mecanismos digitales que se camuflen entre nosotros?

Tanta fijación en emular lo humano empieza a generar más distorsiones que beneficios y, en parte, es un síntoma de debilidad. Incapaz de implantar un relato e imaginario propio la artificialidad virtual parasita lo humano, crece a su rebufo, se apropia de terminología ajena y encima sus impulsores se pavonean con arrogancia porqué, según ellos, sus inventos nos superarán.

También en eso el cine tiene su parte de responsabilidad. Los replicantes de Blade Runner (1982) eran humanoides aparentemente indistinguibles de las personas. Ridley Scott consiguió crear una película de culto que ha inspirado el imaginario tecnológico de las últimas décadas, como más tarde haría Matrix (1999).

La industria cinematográfica norteamericana destaca por su capacidad de imponer mensajes y fijar ideas que juegan a favor de los intereses económicos, políticos o militares de su país. Sería una buena contribución a la humanidad que intentara producir series o películas que tuvieran la ambición de implantar un nuevo imaginario tecnológico que se alejara de la emulación humana. Tal vez, alguna acertase y nos evitase tener que soportar tanto camuflaje.

Creadores, productores, artistas, tecnólogos, es hora de crear un nuevo imaginario tecnológico que deje a los humanos en paz!

Joan Rosés

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