Foto: David James Henry. Fuente: Wikimedia

Cuando las barbas del guionista…

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La preocupación por la inteligencia artificial se incorpora al conflicto que enfrenta a guionistas de cine y televisión y productores norteamericanos. El debate anticipa las tensiones que se producirán en otros sectores

 

La preocupación por los efectos que la inteligencia artificial pueda causar en el mercado laboral ha llegado a la negociación colectiva. En España el reciente acuerdo entre sindicatos y patronal incluye algunas menciones al respecto, como que “el uso de IA en las empresas deberá seguir el principio de control humano, respecto a la IA y ser seguro y transparente”. 

Pero donde más protagonismo está adquiriendo la IA es en el conflicto que mantienen abierto los guionistas de cine y televisión y los estudios de producción norteamericanos. Los argumentos que se esgrimen son un indicio del debate que se irá generando en otros sectores. 

A los sectores artísticos y culturales les preocupa el despliegue súbito y acelerado de los programas de IA, capaces de generar textos e imágenes de calidad sin apenas esfuerzo. Las sorprendentes facultades de estos sistemas ponen en cuestión el trabajo de guionistas, diseñadores y artistas creativos en general. La alarma se confirmó en marzo cuando la propia OpenAI, la empresa que está detrás de los principales inventos, publicó un estudio en el que reconoce que el colectivo de los escritores sería unos de los más expuestos y que podrían ver reducido su trabajo un 50 por ciento. 

 

¿Ahora es demasiado pronto o pronto será demasiado tarde?

Aunque el uso de la IA no es el motivo principal que inspira la huelga de los guionistas, la negativa de la Alianza de Productores de Cine y Televisión de EEUU a abordar el tema ha encrespado los ánimos y ha puesto la IA en primera línea del conflicto.

Los productores alegan que es pronto para acordar nada puesto que la tecnología evoluciona muy deprisa y nadie sabe realmente qué consecuencias traerá. En lugar de cerrar un compromiso proponen “reuniones anuales para discutir los avances tecnológicos”.

El convenio que se firme tendrá una vigencia mínima de 3 años, y en ese tiempo pueden aparecer muchas novedades. Por eso los productores piden prudencia y no cerrar compromisos que la propia tecnología invalide en pocos meses.

 

 

Los guionistas, en cambio, desconfían y exigen que se regule ahora el uso de la inteligencia artificial. Quieren cerrar un acuerdo para atar en corto a los productores y evitarles la tentación de abusar  de la tecnología. Se trata, dicen, de “proteger a los directivos de los estudios de sus malas ideas”. En concreto piden que “la IA no pueda escribir o reescribir ningún material literario; no pueda ser utilizada como fuente, ni se la pueda entrenar con material cubierto por el sindicato”.

En las discusiones también han manifestado el deseo de poder usar la IA como parte de su proceso creativo sin que ello altere la valoración de su trabajo y su consideración de autores. La definición de “guionista” que incorpora el convenio vigente excluye que un “proveedor impersonal” de material escrito pueda ser considerado como tal. Sólo una persona puede serlo y beneficiarse de los términos y condiciones del contrato. Los guionistas temen que si usan sistemas de IA en la elaboración de sus trabajos y no se modifica el convenio los productores puedan rebajar las tarifas o cuestionar su autoría.

 

Dónde trazar la línea 

No es un debate fácil. Los juzgados que están empezando a dirimir las primeras demandas  sobre derechos de autor también se lo están plantando. 

El autor debe ser un humano y así lo consideran todas las legislaciones, pero ¿qué nivel de intervención artificial consideramos aceptable? ¿Da lo mismo si sólo usamos la IA para hacer unos primeros planteamientos y aportar ideas que si le delegamos todo el proceso y nos limitamos a poner la firma? ¿Si no da lo mismo, dónde ponemos la línea roja? ¿Dónde poner el foco, en el esfuerzo humano que requiere la creación, en el porcentaje de lo que hacen uno y otra, en la responsabilidad que asume el creador?”, (ver artículo anterior).

Y, además, la situación se complica día a día. Distinguir qué contenido ha sido creado por una persona o por una máquina será cada vez más difícil. Numerosos programas y aplicaciones de uso generalizado están integrando la IA como una funcionalidad más. Microsoft lo está haciendo en el buscador Bing y en sus programas de Office, Adobe lo integra en sus programas de edición de imágenes, y Google acaba de anunciar un incorporación masiva de la IA en su buscador y en docenas de aplicaciones de Google Drive, Fotos, Maps… ¿Cuando la IA se funda con otras herramientas de uso común, cómo distinguir lo que hemos escrito nosotros de lo que ha escrito una máquina siguiendo nuestras indicaciones?

Pero, sobre todo, los guionistas buscan garantías de que su trabajo no sea sustituido en todo o en parte por máquinas. Quieren evitar que se les pida, por ejemplo, adaptar guiones generados por una IA como harían si se tratara de una novela (la adaptación se paga menos que un trabajo original), guiones “artificiales” que, curiosamente, parten de un modelo que ha sido entrenado gracias al trabajo de escritores humanos. O, lo más probable, que deban editar un guión sin que se les advierta que lo ha generado un chatbot.

 

Pistas sobre el futuro

El sindicato de guionistas considera que la negativa de la Alianza de Productores a hablar de la IA da una idea de cómo ven el futuro. Creen que si los estudios tienen la oportunidad de usar la IA para reducir costes, lo harán. La industria audiovisual es un negocio intensivo en personal, las tareas son complejas, múltiples, los equipos de producción llegan a ser enormes, sobre todo en Hollywood. Cualquier herramienta que permita mantener el equilibrio entre eficiencia y creatividad reduciendo efectivos la adoptarán. 

Como en otros trabajos, los mecanismos de contratación introducidos por la economía de plataformas también ha hecho mella en el salario de los guionistas. Por eso la nueva oleada tecnológica les tiene escamados. Temen que “en lugar de hacerles partícipes de la edad de oro de la televisión y la producción audiovisual les sumerja en una especie de feudalismo digital que empeore sus condiciones”, en palabras del profesor de sociología de la Universidad de Texas David Arditi

Nada que no esté ocurriendo o vaya a ocurrir en otras profesiones. IBM cree que, gracias a la IA, podrá reducir su plantilla un 30%; la empresa norteamericana de servicios educativos Turnitin considera que con un 20% de los ingenieros actuales tendrá suficiente… 

Ésta es la primera vez que la IA toma tanto protagonismo en un conflicto laboral, pero probablemente no será la última. Cuando las barbas del guionista…

Joan Rosés

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