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Singularidad, un cuento de Nochebuena

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La singularidad tecnológica describe el momento en que las máquinas superarán a los humanos.

En 2005, el futurista norteamericano Ray Kurzweil, hoy directivo de Google, puso fecha a ese momento inquietante: 2045. El cálculo se basa en la ley de Moore, según la cual, la capacidad de proceso y la velocidad de la informática se duplica cada dos años.

La teoría orienta un tipo de pensamiento que ofrece diversas lecturas: la optimista (más bien, la entusiasta) que entiende la singularidad como una gran oportunidad para crear algo sublime, o la pesimista (Elon Musk, Stephen Hawking, Bill Gates) que augura un futuro aterrador si las máquinas dominan la Tierra. Los primeros alertan que el cambio es inevitable, “porque cuando algo se puede hacer, alguien lo hace”. Los segundos advierten de la singularidad a modo de alerta: “si podemos evitarlo, debemos evitarlo”.

En el grupo de los entusiastas podemos ubicar a Calum Chace, filósofo y empresario que ahora dedica su tiempo a escribir y a dar conferencias. Chace estuvo esta semana en Barcelona para hablar sobre inteligencia artificial en una sesión organizada por Telefónica y La Vanguardia.

Calum Chace divide la singularidad en dos: La económica y la tecnológica. La económica prevé que, efectivamente en 2045, las máquinas harán el trabajo que hoy desempeña la mayoría de la gente. La singularidad tecnológica ocurrirá cuando la inteligencia de las máquinas supere a la humana. La fecha: 2070. (“La IA nos lleva hacia un mundo maravilloso” La Vanguardia).

Video integro de la conferencia.

Durante la charla, el escritor británico hizo algunas curiosas afirmaciones:

”Dejaremos de ser la primera especie del planeta. Lo serán las máquinas. Y eso no será malo.”

”En Japón proliferan los robots que cuidan ancianos, que están encantados porque no dependen de las veleidades de cuidadores humanos”.

”Según el instituto Gallup, sólo el 8 por ciento de la población mundial está satisfecha con su trabajo. El fin del trabajo será una bendición. La humanidad estará dedicada a sus aficiones, como en el Renacimiento. Viviremos como los aristócratas que no necesitan trabajar”.

“Viviremos en la sociedad de la abundancia radical. Los precios de los elementos básicos para la subsistencia tienden a cero, será más fácil sobrevivir”.

“Podremos combatir la muerte, alargar la vida y acercarnos a la inmortalidad. ¿Quién no quiere eso? La superpoblación se solucionará colonizando otros planetas”.

Replicar el cerebro humano es cuestión de tiempo, y no mucho.

Veamos:

Las máquinas serán la especie dominante…. Según Chace, éste hito se conseguirá aplicando procesos de ingeniería inversa al cerebro humano. Si se analizan todas las capas de neuronas que integran el cerebro y se reconstruyen artificialmente lograremos un ser equivalente. Si se mejoran sus prestaciones, lograremos una especie superior. La potencia de cálculo de las futuras máquinas y los avances en inteligencia artificial lo permitirán. Así de simple. Es sólo cuestión de tiempo, y no mucho.

En realidad, el entusiasmo evolutivo que transmiten Calum Chace y los singularistas no está avalada por ninguna evidencia científica que vaya más allá de suponer que la Ley de Moore se cumple inexorable.

-…y eso será fantástico. La especie dominante es la que tiene el control sobre las demás. Es decir, en ese estado de singularidad, las máquinas tendrán autonomía y poder sobre los humanos. ¿Qué tiene eso de fantástico? Todos los manifiestos éticos internacionales sobre Inteligencia Artificial, como la declaración de Barcelona, establecen que cualquier desarrollo debe asegurar la capacidad humana para desconectar la máquina.

¿Cómo se pagará la fiesta del ocio y la diversión perpetua?

Los robots que cuidan ancianos son encantadores. Efectivamente, prolifera la producción de robots humanoides o animaloides destinados al acompañamiento de ancianos o personas con discapacidad (Collateral Bits). Son como una especie de juguetes con prestaciones ampliadas que, en el mejor de los casos, establecen una cierta “conversación” con las personas, ayudan mecánicamente en algunas funciones y monitorizan el estado de salud de los humanos que acompañan. Pueden ser de ayuda en determinadas circunstancias, pero convertirlos en sustitutos del cuidado humano, la enfermería, la familia o la amistad no promete un futuro ciertamente encantador.

El fin del trabajo será una bendición.  El orador no aclaró cómo se pagará esa fiesta del ocio y la diversión perpetua. Reconoció que, de momento, las pruebas piloto sobre la implantación de una renta básica universal están en fase embrionaria y no han acabado de funcionar. Y, además, “nadie se conformará con unos ingresos mínimos”, reconoció. Entonces, ¿cómo se conseguirán ingresos extras si no es con trabajo?

En cualquier caso, los defensores de la renta básica universal no lo plantean como la subvención de una fiesta sino como un derecho y una vía para garantizar la dignidad y la subsistencia de todos los seres humanos. Curiosamente, desde Silicon Valley y el universo singular, se alienta también la RBU, pero tal vez por razones distintas: si no hay trabajo, no hay ingresos; si no hay ingresos, no hay consumo… y se acaba la fiesta.

Photo by Nine Köpfer on Unsplash

La inteligencia artificial avanza; el hambre, también.

Nadaremos en la abundancia. Según Calum Chace, la tecnología aplicada a la producción de alimentos, ropa… y otros productos de primera necesidad abarata los costes y marca una tendencia que se aproximará a cero.

Es cierto que la tecnología está ayudando a reducir costes de producción pero la imparable revolución digital no ha logrado, por ejemplo, que se reduzca el hambre en el mundo. Según el informe anual de la FAO presentado en septiembre, en 2017 se incrementó el número de personas que pasan hambre, 821 millones, un 11 por ciento de la población mundial.

Si efectivamente se da el caso y los avances tecnológicos permiten esa abundancia que promete Chace, ¿llegará también a productos básicos como la vivienda, por ejemplo? Pese a vivir en un sociedad altamente tecnificada, o precisamente en parte debido a ello, disponer de una vivienda digna se ha convertido en un problema insalvable para muchas familias y en el gasto principal de las que acceden a ella. En el caso de los jóvenes, el coste de la vivienda alcanza entre el 65 y el 80 por ciento de sus ingresos. 

Inmortalidad para el 1 por ciento.

Combatiremos la muerte, y si la población excede la capacidad de la Tierra nos iremos a vivir a otro planeta. En realidad, la doctrina singular no se muestra especialmente preocupada por el incremento de población, entre otras razones porque alargar la vida sólo estaría al alcance de una élite privilegiada que podría pagarlo.

Durante la conferencia, Calum Chace anunció que en 2019 publicará un libro titulado “2045” en el que se incluyen relatos de escritores de ciencia ficción. Sin duda, éste es el terreno idóneo de la singularidad. El de la ficción. O el de la especulación creativa, si se prefiere. Cuando se mezcla con el de la ciencia real y la tecnología factible se genera un notable grado de confusión.

La ciencia ficción dice más del presente que del futuro.

La idea de la singularidad aplicada a la tecnología surge de una combinación de varios factores: entusiasmo por la tecnología, afición a las predicciones que, aunque injustificadas, nos dan la ilusión de control sobre el futuro, fe inmutable en la Ley de Moore, creer que la tendencia que indican los datos actuales se mantendrá hasta el infinito, adopción de filtros de evidencia mucho más bajos para aquello que confirma nuestras convicciones y la propensión de muchos altos ejecutivos del mundo digital a sentirse inspirados por la ciencia ficción. Lo expone el escritor irlandés Barry Purcell en un reciente artículo.

Por regla general, la ciencia ficción dice mucho más del momento en que fue escrito el relato que sobre el futuro que anticipa.

Y el presente está repleto de retos. Nos enfrentamos a amenazas existenciales contrastables y urgentes como el cambio climático, el agotamiento de los recursos finitos, las prácticas agrícolas no sostenibles, las enfermedades resistentes a los medicamentos, el incremento de la desigualdad, la proliferación de la mentira y la desinformación, el aumento de los monopolios…

Parece razonable pedir que la evolución de la inteligencia artificial se oriente a conservar el planeta y la especie. 

Primera pregunta, ¿lo está haciendo?

Segunda pregunta, ¿en qué condiciones llegará la sociedad al 2045?

2045… 2070…. Un cuento de Navidad.

Joan Rosés – Collateral Bits
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